diumenge, 9 de juny del 2013

Réquiem


Querida M,
Durante el tórrido verano de 1985, si es que en Vitoria un verano puede adjetivarse así, fui al cine Azul a ver “Réquiem por un campesino español”. Debía de estar solo, después de fiestas, cuando la ciudad quedaba desierta. A la salida del cine subí hacia la calle Siervas y me detuve en la librería Mayner, rebusqué un poco en mis bolsillos y me compré la novela de Ramón J. Sénder que tan poco había inspirado la película. Creo que aquél fue el primer libro que compré por impulso. Lo tengo aquí, es la edición de Destinolibro de diciembre de 1984 y, a lápiz, indica que me costó doscientas cuarenta y cinco pesetas. Supongo que la soledad hace que te gastes el dinero en frivolidades.
Muchas tardes venía a la librería Catalònia, a última hora, un tipo de carácter hosco que solía encargarnos libros referentes a su Aragón natal. Es un hombre muy mayor, que se nos sentaba al lado, y se quedaba hasta la hora de cerrar escuchando nuestras conversaciones. Cuando cogía confianza, se animaba a lanzar algún requiebro inoportuno al personal femenino. No era desagradable, sólo inoportuno. A veces Anna se sentaba a su lado y le daba un poco de charla. Un día le pregunté que de qué lo conocía y me dijo que de nada, que de venir por allí, que había escrito una biografía sobre Sénder. La busco y, efectivamente, en Páginas de Espuma, autor, Jesús Vived. Hurgo un poco más y es el responsable de varias obras de Sénder publicadas por el Instituto de Estudios Aragoneses.
Otro aragonés que solía venir por la Catalónia era Javier Tomeo. También parecía tener querencia por el personal femenino así que sólo hablaba conmigo cuando no había nadie más. No se lo reprocho, yo tampoco hablaría conmigo. Se interesaba por cómo iba su último libro, se daba una vuelta y se marchaba. Un día no tuvo más remedio que preguntarme a mí, consulté los movimientos de su última novela y le dije que me sabía mal, pero que aún no habíamos vendido ninguna. Se llevó una doble desilusión, las pocas ventas y que una mujer le mintió un par de semanas atrás. Hace dos o tres años dejó de venir y a veces nos acordábamos de él y nos preguntábamos si estaría bien.
Leí “Amado monstruo” cuando aún iba al instituto. No sé si recomendada por Pitxu o fruto de un juego que hacíamos los dos y consistía en sacar libros de la biblioteca al azar, con los ojos cerrados. Ahora Javier Tomeo ha vuelto con otra novela estupenda “Constructores de monstruos”, dicen que goyesca por el humor negro y buñueliana por el surrealismo. Supongo que es correcto y así todo queda en casa. A mí sus protagonistas me recuerdan a Trurl y Clapaucio, de Lem, pero en el pasado. O quizá sea al revés, y los de futuro sean los constructores de Tomeo. Me cuentan los editores que ha estado pachucho pero que va saliendo adelante y, de paso, sigue dejando muestras de genio.
Cuadrando fechas doy con una vieja polémica que en su día me fue ajena. Leo en El País de agosto de 1985 que Francesc Betriu quiso titular la película sólo como “Réquiem por un campesino” ya que en catalán se titulaba “Rèquiem per un camperol”. El gobierno español, por boca de Pilar Miró, amenazó a la productora con retirarle la subvención si no le añadían la palabra “español” al título. Y así quedó. El título original de la primera versión de la novela en México fue “Mosén Millán”. Según parece, treinta años después de aquello, el gobierno aragonés conserva intactos los espíritus de Goya y Buñuel a la hora de tomar decisiones e inventarse idiomas a los que poner el nombre más imbécil posible.
Abro las primeras páginas de mi vieja edición del “Réquiem” para escribirte hoy. Veo el precio. Es la undécima edición en bolsillo. Por entonces, Destino estaba en Consell de Cent, a pocos metros del lugar donde nos conocimos. Y veo la dedicatoria que en su día escribió Sénder: “A Jesús Vived Mairal”. Mecachis.
Un beso.
R.