Hoy hemos sentado a Roger
en un banco y hemos comenzado a abanicarlo antes de decirle que en lugar de la
librería Catalònia, dentro de poco, habría un McDonalds. Después le he
acariciado la cabeza y le he dado un beso en la calva, me ha parecido lo más
oportuno. De todos los representantes de libros que recorren las librerías de
Barcelona estaba claro que él iba a ser el más afectado. Tenía los ojos
vidriosos de quien cree que este mundo no es el correcto. La que lo abanicaba
era Robin, bueno, no se llama así, creo que yo soy el único que la llama así. A
los dos los conocí a la vez, hace casi veinte años y todos estábamos en lugares
distintos a hoy, en otras estanterías, otras editoriales, todos olíamos a
libros distintos entonces.
A mí lo del McDonalds no me
molesta tanto. Cuando las cosas han ido mal ha sido una broma recurrente usar
los inútiles micrófonos que nos pusieron para llamarnos por megafonía como
simulacro de un pedido de hamburguesas. Quien crea en la predestinación lo
tiene a huevo. A mí me parece una hermosa metáfora de los tiempos que corren;
si los tiempos son asquerosos, al menos las metáforas deben ser hermosas. A
Roger le he dicho que merecía la pena cerrar si con eso me ahorraba sus
collejas, que más de una vez me han dejado temblando, es tan fácil hacerle reír.
En aquellos tiempos en que
Robin era Robin y yo ordenaba otras estanterías, solía salir cada tarde a
comprar una merienda al colmado Quílez. Allí casi siempre tenían de oferta
cualquier tipo de bollería o chocolate en vísperas de caducar y eso contribuyó
sobremanera al ensanchamiento de mi compañera Nuri. Para alguien como yo,
foráneo, aquel colmado suponía un universo paralelo, supongo que a eso se
refieren los intelectuales que dicen que Barcelona se está volviendo
provinciana, a esos comercios regentados por tipos vestidos con batas azules
que te atienden (no esperes continuación a esta frase, acaba así, que te
atienden). Y bien, si lo dice un premio Nobel debe de tener razón, las cadenas
de comida rápida o las multinacionales de ropa son más cosmopolitas y rotulan
como les sale de las narices.
Hace mucho que no piso el
Quílez y sus fascinantes estanterías llenas de productos que no se ven en
ningún otro lugar; desde que me pilla a desmano. Hoy, al salir de la saturación
de llamadas telefónicas y pésames, he ido a comerme un bocadillo a la Taberna
de la Ronda, otro lugar extraño, hay camareros (y esta frase también acaba
aquí).
Un beso.
R.
P.S. No suelo subir textos
improvisados, ya lo sabes, pero después de una semana rumiando cómo afrontar esta
historia, he perdido la primicia, la novedad, y casi las ganas, esto es lo que
hay, hoy.
Otro beso, M, un día como
éste merece la pena repetir.
Nos enteramos con la primera copa de cava del 2013 (joder como empieza el año) sin embargo siempre me acuerdo más de los libreros que de las librerías.Suerte.
ResponEliminaMedio llena!
ResponEliminaHay quien dice que cuando una puerta se cierra, otras mil se abren. Menudo capullo. A mi me parece que viene mu ho mas a cuento lo de la botella, Asiiii que me he Bebido la mitad a tu salud y ahora que queda media, nos sentimos mas cerca de ti. Un beso Bien grande.
un beso, sólo eso, pero un beso enorme
ResponElimina