Querida M,
Los globos que se compran en las ferias son tristes. Tienen
un éxtasis extraordinario cuando los enchufan a la bombona pero a partir de ese
momento todo es decadencia.
Yo no recuerdo que me compraran nunca ninguno. Globos normales sí. Mi padre les hacía el nudo muy bien, con un habilidoso gesto de los dedos. A mí no me sale, me pasa como con los zapatos de cordones, hincho el globo, pero me lío tanto tratando de anudarlo que se me vuelve a escapar la mitad del aire.
El primer globo “flotante” que le compré a Unai era un Doraemon con expresión de haber perdido el bolsillo mágico. Los dos primeros días estuvo pegado al techo del comedor, pero pronto los pies le comenzaron a bajar. A los cuatro días ya nos lo encontrábamos a la altura de la cabeza hasta que, a la semana, como era verano y estaban las ventanas abiertas, caminaba como Perico por su casa a través del pasillo.
Decidí tirarlo a la basura el día que estaba preparando el desayuno a las siete de la mañana y un ruido, una extraña presencia a mi espalda, me dio un susto de muerte.
Tiempo después le compré a Unai otro globo de ese tipo, el último. Era un caballo feo hasta no poder ser más feo. Entendí que era ése el que quería porque lo señalaba con el dedo, pero no estoy seguro de la precisión de sus indicaciones. El caballo tuvo un declive aún menos digno que el Doraemon. Quizá era su forma, más delgado, pero no llegó a caminar nunca. Yació algún tiempo, agotado y decrépito, sobre el sofá y, como ya no había corrientes de aire que lo zarandearan, no se movió a sus anchas sobre el parqué.
Yo no recuerdo que me compraran nunca ninguno. Globos normales sí. Mi padre les hacía el nudo muy bien, con un habilidoso gesto de los dedos. A mí no me sale, me pasa como con los zapatos de cordones, hincho el globo, pero me lío tanto tratando de anudarlo que se me vuelve a escapar la mitad del aire.
El primer globo “flotante” que le compré a Unai era un Doraemon con expresión de haber perdido el bolsillo mágico. Los dos primeros días estuvo pegado al techo del comedor, pero pronto los pies le comenzaron a bajar. A los cuatro días ya nos lo encontrábamos a la altura de la cabeza hasta que, a la semana, como era verano y estaban las ventanas abiertas, caminaba como Perico por su casa a través del pasillo.
Decidí tirarlo a la basura el día que estaba preparando el desayuno a las siete de la mañana y un ruido, una extraña presencia a mi espalda, me dio un susto de muerte.
Tiempo después le compré a Unai otro globo de ese tipo, el último. Era un caballo feo hasta no poder ser más feo. Entendí que era ése el que quería porque lo señalaba con el dedo, pero no estoy seguro de la precisión de sus indicaciones. El caballo tuvo un declive aún menos digno que el Doraemon. Quizá era su forma, más delgado, pero no llegó a caminar nunca. Yació algún tiempo, agotado y decrépito, sobre el sofá y, como ya no había corrientes de aire que lo zarandearan, no se movió a sus anchas sobre el parqué.
Hasta que, como a los caballos heridos de las películas del
oeste, llegó el momento de sacrificarlo.
Un beso.
R.
Es curioso, hace unos días compré el libro de relatos "El edificio", de David Monteagudo, un trabajador (bueno, creo que ya ex trabajador) de una fábrica de procesado de cartón que hay cerca de donde vivo (el autor de "Fin", un interesante libro de misterio que ha servido de base para la película homónima, que presiente espantosa...) En fin, que en el libro de relatos de Monteagudo hay uno sobre un globo "malvado" comprado en una feria. Es la típica historia que Stephen King hubiera convertido en un libro de 475 páginas, con película incluida, pero Monteagudo con unas pocas ya solventa el tema.
ResponEliminaPues sí que es curioso, Andrés. Con uno de los último clientes que atendí hablé de ese libro de cuentos. Me pedía consejo y le comenté que a mí "Fin" no me había gustado (me lo recomendó Miquel) y no había leído nada más, pero el lo compró igual porque le gustó Bragañanda. Igual va a ser que los globos sustituirán a los payasos en los miedos infantiles a partir de ahora.
Elimina"El edificio" empieza bien, con un cuento muy "borgeriano" (me parece que me he inventado la palabra), pero luego lo encuentro bastante irregular. "Fin" es, si se me permite la expresión, el camino, no el final. Provoca un ansia por conocer el motivo de lo que pasa tan brutal que ninguna solución podría estar a la altura. Un poco como LOST... Creo que al final han hecho una película deleznable... En fin, si ha servido para que el hombre deje la fábrica, bienvenido sea...
ResponEliminaPD: creo que he dejado de abusar de los adjetivos antes del nombre para pasar a abusar de los puntos suspensivos. Algún día aprenderé, supongo...
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