A mediados del siglo XVI, se atribuyó a
la monja clarisa Montserrat de Comelade una novela que bien podría haber pasado
a la historia como precursora de lo que hoy conocemos como ciencia ficción. Por
desgracia, no se ha conservado ningún ejemplar del texto y del convento al que
perteneció ubicado supuestamente a pocos kilómetros de Vic, tampoco se conserva
ninguna documentación.
La historia de Montserrat de Comelade
ha llegado hasta nuestros días gracias al conde croata Nicolás Zrínyi, héroe
local de la lucha contra los turcos en aquella época. Las peripecias de la
monja son documentadas en diversos textos referidos al conde, mediocres novelas
históricas sobre su vida y diversos diarios escritos por personas que habitaron
en su corte. El historiador Duje Bratovich se obsesionó con el personaje y fue
el encargado de recopilar toda la información a principios del siglo XX.
Según los pocos datos que salieron a la
luz, Montserrat de Comelade ingresó en el convento huyendo de su familia con un
niño en brazos. El convento desapareció atacado por una extraña epidemia en la
que murieron todos sus moradores excepto Montserrat, que se encerró en su celda
a escribir lo que estaba aconteciendo. Su adicción al licor de matalahúva hizo
el resto. Muerta, entre suciedad y vómitos, de ella nunca más se supo.
El conde Nicolás Zrínyi estaba casado
con una noble catalana de nombre Matilde Benach y en ella está el origen de
toda esta historia. Matilde tuvo un desliz romántico con un general del
ejército de su marido de nombre Branimir Pavletich y el romance acabó de mala
manera. Branimir se sentía cercado por Matilde, veía su cabeza peligrar y la
rechazó. Fue así como la condesa comenzó a urdir su venganza.
Matilde acudió compungida al conde a
comunicarle que no soportaba más el acoso de Branimir, al que conoció junto a
su marido en un viaje que hicieron ambos por España, aprovechando que el
general conocía el idioma castellano. Branimir tenía fama de conquistador y la
idea no le pareció descabellada al conde, que montó en cólera. Matilde trató de
tranquilizarlo y le pidió que obrara con prudencia aunque, para demostrarle a
su marido la falta de escrúpulos eróticos del general, le enseñó el diario de
la monja Montserrat de Comelade, con la que Branimir podría haber mantenido
relaciones poco consentidas durante su estancia en Catalunya. Se supone que
Branimir lo robó porque en él se relatarían detalles de su culpa.
El conde Zrínyi era un gran hombre de
guerra pero poco letrado y siempre había tenido envidia de los conocimientos de
Branimir. Lo llamó a consulta y, en presencia de su esposa, le hizo saber que
había recibido multitud de quejas por su comportamiento sexual, poniendo como
ejemplo la triste historia de Montserrat de Comelade. Ante la cara de estupor
del general, el conde le mostró el diario de la monja española como prueba.
Viendo el rostro de Matilde, Branimir pareció comprender que se estaba gestando
una venganza, cogió el diario como reconociéndolo y le propuso al conde una
fórmula que mostrara su inocencia. Él mismo en persona traduciría el texto al
croata para que el conde pudiera leerlo y, con el beneplácito de Matilde, se
demostraría que jamás hizo nada malo a Montserrat. Todos estuvieron de acuerdo
y se emplazaron para dos semanas después.
Grande fue la sorpresa de Branimir Pavletich
al sentarse, abrir el diario y descubrir que estaba escrito en catalán. Y
entonces comprendió la sonrisa de Matilde al aceptar el trato. No comprendía
una palabra, todas aquellas páginas le resultaban ininteligibles así que,
respetando el tamaño de los párrafos y reutilizando algunas palabras obvias
comenzó la redacción de la novela de la vida de Montserrat de Comelade, que
salvó su vida de una epidemia gracias a un ingenioso sistema de lentes
inventado por ella con el que consiguió descubrir la causa de la enfermedad. Si
bien, la soledad y la pérdida de su hijo la llevó a morir alcoholizada.
La trepidante historia de la monja
fascinó al conde que, piadoso como era, se identificó con ella de tal forma que
se hizo enterrar con la traducción croata del texto entre sus manos. Nicolás
Zrínyi enfermó de gravedad poco después de la lectura y eso le impidió llevar a
cabo los experimentos necesarios para construir un microscopio similar al
diseñado por la monja, años antes del primer intento de Galileo. Lo que sí pudo
hacer fue perdonar a Branimir y allanar el camino para la reconciliación de
éste con Matilde.
Supe de esta historia a través de un
huraño estudiante de Erasmus croata nieto del historiador Duje Bratovich. Se
llamaba Darko, tuvo problemas de integración y decidió volver a su país que
vivía, por aquellos años, momentos convulsos. El día antes de irse me contó
acerca de las investigaciones de su abuelo y me enseñó el diario original de
Montserrat de Comelade que llevaba siempre encima, como un tesoro.
Había venido con la intención de aprender catalán y volver a traducirlo porque
su abuelo, que sí conocía el idioma, nunca quiso hacerlo. Tomé aquel
maravilloso libro entre mis manos y pensé que su traducción podría ser un hecho
extraordinario. Tuve que disimular mi desilusión para no transmitírsela a él.
Cuando vi que se trataba de una versión manuscrita del “Llibre dels fets” de
Jaume I le dije que, efectivamente, aquello tenía mucho valor. Que lo guardara
para él y para sus nietos. Y que no removiera la historia.
Un beso.
R.
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