dimecres, 16 de gener del 2013

Montserrat de Comelade

Querida M,
A mediados del siglo XVI, se atribuyó a la monja clarisa Montserrat de Comelade una novela que bien podría haber pasado a la historia como precursora de lo que hoy conocemos como ciencia ficción. Por desgracia, no se ha conservado ningún ejemplar del texto y del convento al que perteneció ubicado supuestamente a pocos kilómetros de Vic, tampoco se conserva ninguna documentación.
La historia de Montserrat de Comelade ha llegado hasta nuestros días gracias al conde croata Nicolás Zrínyi, héroe local de la lucha contra los turcos en aquella época. Las peripecias de la monja son documentadas en diversos textos referidos al conde, mediocres novelas históricas sobre su vida y diversos diarios escritos por personas que habitaron en su corte. El historiador Duje Bratovich se obsesionó con el personaje y fue el encargado de recopilar toda la información a principios del siglo XX.
Según los pocos datos que salieron a la luz, Montserrat de Comelade ingresó en el convento huyendo de su familia con un niño en brazos. El convento desapareció atacado por una extraña epidemia en la que murieron todos sus moradores excepto Montserrat, que se encerró en su celda a escribir lo que estaba aconteciendo. Su adicción al licor de matalahúva hizo el resto. Muerta, entre suciedad y vómitos, de ella nunca más se supo.
El conde Nicolás Zrínyi estaba casado con una noble catalana de nombre Matilde Benach y en ella está el origen de toda esta historia. Matilde tuvo un desliz romántico con un general del ejército de su marido de nombre Branimir Pavletich y el romance acabó de mala manera. Branimir se sentía cercado por Matilde, veía su cabeza peligrar y la rechazó. Fue así como la condesa comenzó a urdir su venganza.
Matilde acudió compungida al conde a comunicarle que no soportaba más el acoso de Branimir, al que conoció junto a su marido en un viaje que hicieron ambos por España, aprovechando que el general conocía el idioma castellano. Branimir tenía fama de conquistador y la idea no le pareció descabellada al conde, que montó en cólera. Matilde trató de tranquilizarlo y le pidió que obrara con prudencia aunque, para demostrarle a su marido la falta de escrúpulos eróticos del general, le enseñó el diario de la monja Montserrat de Comelade, con la que Branimir podría haber mantenido relaciones poco consentidas durante su estancia en Catalunya. Se supone que Branimir lo robó porque en él se relatarían detalles de su culpa.
El conde Zrínyi era un gran hombre de guerra pero poco letrado y siempre había tenido envidia de los conocimientos de Branimir. Lo llamó a consulta y, en presencia de su esposa, le hizo saber que había recibido multitud de quejas por su comportamiento sexual, poniendo como ejemplo la triste historia de Montserrat de Comelade. Ante la cara de estupor del general, el conde le mostró el diario de la monja española como prueba. Viendo el rostro de Matilde, Branimir pareció comprender que se estaba gestando una venganza, cogió el diario como reconociéndolo y le propuso al conde una fórmula que mostrara su inocencia. Él mismo en persona traduciría el texto al croata para que el conde pudiera leerlo y, con el beneplácito de Matilde, se demostraría que jamás hizo nada malo a Montserrat. Todos estuvieron de acuerdo y se emplazaron para dos semanas después.
Grande fue la sorpresa de Branimir Pavletich al sentarse, abrir el diario y descubrir que estaba escrito en catalán. Y entonces comprendió la sonrisa de Matilde al aceptar el trato. No comprendía una palabra, todas aquellas páginas le resultaban ininteligibles así que, respetando el tamaño de los párrafos y reutilizando algunas palabras obvias comenzó la redacción de la novela de la vida de Montserrat de Comelade, que salvó su vida de una epidemia gracias a un ingenioso sistema de lentes inventado por ella con el que consiguió descubrir la causa de la enfermedad. Si bien, la soledad y la pérdida de su hijo la llevó a morir alcoholizada.
La trepidante historia de la monja fascinó al conde que, piadoso como era, se identificó con ella de tal forma que se hizo enterrar con la traducción croata del texto entre sus manos. Nicolás Zrínyi enfermó de gravedad poco después de la lectura y eso le impidió llevar a cabo los experimentos necesarios para construir un microscopio similar al diseñado por la monja, años antes del primer intento de Galileo. Lo que sí pudo hacer fue perdonar a Branimir y allanar el camino para la reconciliación de éste con Matilde.
Supe de esta historia a través de un huraño estudiante de Erasmus croata nieto del historiador Duje Bratovich. Se llamaba Darko, tuvo problemas de integración y decidió volver a su país que vivía, por aquellos años, momentos convulsos. El día antes de irse me contó acerca de las investigaciones de su abuelo y me enseñó el diario original de Montserrat de Comelade que llevaba siempre encima, como un tesoro. Había venido con la intención de aprender catalán y volver a traducirlo porque su abuelo, que sí conocía el idioma, nunca quiso hacerlo. Tomé aquel maravilloso libro entre mis manos y pensé que su traducción podría ser un hecho extraordinario. Tuve que disimular mi desilusión para no transmitírsela a él. Cuando vi que se trataba de una versión manuscrita del “Llibre dels fets” de Jaume I le dije que, efectivamente, aquello tenía mucho valor. Que lo guardara para él y para sus nietos. Y que no removiera la historia.
Un beso.
R.

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