Querida
M,
Corretea
por la red un poema de Borges que la gente se envía en un acto de amorosa
complicidad. Es un texto de ésos, como los que se incluyen en los powerpoints
románticos acompañados de música dulce que genera recuerdos. Habla de la
amistad, de la vida, del amor, de besos y regalos. Y muchas de las personas que
lo reciben quedan satisfechas por la dosis de hermoso cariño recibida y el
poema actúa como un libro de autoayuda ideal para momentos delicados.
Y
entonces, como diría el poema, uno se pregunta si la realidad merece la pena.
Si no es mejor quedarse con la satisfacción del engaño, si saber demasiado
puede ser perjudicial y convertirte en un James Steward perseguido. Y no
tengo respuesta, sólo sé que soy así y que la primera vez que leí ese poema me
quedé horrorizado por lo mal escrito que está, con la certeza de que no es de
Borges. Investigando, leí que en un homenaje a Leopoldo Lugones, el anfitrión
lo consideró apropiado para la ocasión y
lo leyó ante María Kodama atribuyéndolo a su marido, y a la pobre casi le dio
un pasmo.
Ya son
muchas las variantes que se pueden encontrar de ese texto, cada vez con peores
resultados pero, según parece, el poema en cuestión es una traducción del
inglés de una escritora cristiana llamada Veronica Shoffstall. El poema quiere
cumplir su función de entrelazar un poquito más, si cabe, los lazos de una
amistad. Si lo logra, bienvenido sea.
En su
antología de cuentos breves, el mismo Borges recoge un célebre relato que
cuenta la historia del criado (o jardinero, según versiones) que se cruza con
la muerte y marcha a Ispahán (o la India) para huir de ella. Borges lo toma de
una obra de Cocteau titulada “La gran separación”. Es ese texto el que utiliza
Atxaga para recrearlo en “Obabakoak” y reescribirlo después con un final
diferente en el que el criado salva la vida. Atxaga no dice de quién lo tomó
así que, hurgando, descubres que el mismo relato tiene decenas de traducciones
y múltiples posibles autores, entre ellos, el mismísimo García Márquez, que lo adaptó como parte de un taller literario.
Resulta
que ese relato es muy conocido en Holanda por una versión en verso y se
memoriza en los colegios o se usa como leyenda para placas o tarjetas. El supuesto
autor del poema es un tal Pieter van Eyck que, ya en su día, se lo había
copiado a Cocteau. El hecho es que la misma historia se puede encontrar en
antologías de obras sufíes e incluso hay quien asegura haberlo leído en “Las
mil y una noches”. Pero ahí no está, aunque haya pasajes con alguna similitud. Hallé
incluso un análisis de “Las mil y una noches” en el que se ponía este relato
como ejemplo de la obra.
Las
fuentes más fiables lo consideran un relato clásico de la literatura medieval
judía o musulmana y es muy posible que su enorme popularización se deba a estar
incluido en la obra más importante del filósofo sufí Rumi, en una versión ya
muy cercana a la que conocemos ahora. Lo de verdad curioso es que, al final, esa
historia sirva tanto para la mentalidad de un holandés como para la de un
seguidor del islam.
Un beso.
R.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada