Hace unas semanas Anna me pidió la lista. Una lista que, en
sí, no existe, que sólo era una acumulación de documentos Word en los que
recopilaba autores que algún día me llamaron la atención y no estaban
publicados en ese momento. La primera a la que le envié una lista así fue a
Miriam, al poco de conocernos. He buscado aquel correo y muchos de los
escritores que le nombraba allí fueron editados poco después, por otras
personas. En aquella primera lista estaban Jakob Wassermann, Hans Hellmut Kirst
y Lajos Zilahy. Rebuscar en la carpeta de Mis Documentos para hacerle una lista
nueva a Anna se me está haciendo una tarea imposible. Releerme a mí mismo esos
cientos de páginas es tan aburrido que he preferido empezar a escribirte.
A Jakob Wassermann lo recuperó la editorial Acantilado en
2001. Por supuesto me alegré muchísimo porque nunca fui celoso de la lista,
sólo deseaba ver aquellos libros de nuevo en el mercado. Jaume Vallcorba
anunció que publicaría las obras principales de Wassermann y escogió como
primera opción “El hombrecillo de los gansos”, apuesta arriesgada para empezar,
algo muy propio de él. El libro me lo regaló Rubí por mi cumpleaños y nada más
comenzarlo me di cuenta de que era idéntico a la edición que ya tenía, de José
Janés, del año 1947. Algún añadido, probablemente censurado, aquí, algún signo
de puntuación distinto allá, pero casi idénticas. El traductor que constaba en
la edición de Janés se llamaba Enrique Giménez Mauro, mientras Acantilado anunciaba
una traducción nueva a cargo de José Vivar. Ya me conoces, la indignación me
llevó a escribir cartas a todos los diarios quejándome de la mala praxis de
Vallcorba, cartas que nunca envié, claro.
La traducción de “El hombrecillo de los gansos” era, por
tanto, anticuada y no parece que funcionara tan bien como muchos otros libros
de la editorial. Poco después publicó “Caspar Hauser” (esa traducción ya no me
molesté en contrastarla) y allí acabaron las relaciones entre Wassermann y
Acantilado. Mucho después conocí a Jaume Vallcorba, un Sant Jordi. Me lo
presentó Félix y me dio un abrazo tan sorprendentemente efusivo que olvidé por
completo todos los reproches que tenía guardados para él. Pecadillos aparte,
Vallcorba ha sido un grande de la edición y no creo que tardemos en notar su
falta.
A Hans Hellmut Kirst lo recuperó la editorial Almuzara en
2008, con una novela titulada “Los Lobos”. A partir de aquí, el resto de sus
libros los editaron bajo otro sello del grupo, Berenice, junto a diversas novelas
de zombis. Cuesta entender la línea editorial del exministro Pimentel, es como
si todo el grupo Planeta se agrupara en cuatro o cinco sellos a través de un
diminuto hilo de comunicación. Junto a Kirst pueden aparecer un libro sobre
plagas de langostas y la historia del equipo de fútbol de Córdoba. Eso sí, se
le ha de valorar la dignidad de reconocer que las traducciones de Kirst son las
de ediciones antiguas, poniendo el nombre del traductor original y, en todos
los libros, un párrafo con el deseo, supongo que sincero, de contactar con los
herederos de los traductores para cualquier compensación.
A Lajos Zilahy prometió recuperarlo en su totalidad la
editorial Funambulista a partir del 2010. Se estrenó con el volumen “Primavera
mortífera”, título que no hacía presagiar nada bueno. Sólo abrirlo ya se intuía
la antigua versión de mi admirado Oliver Brachfeld, en este caso sustituido por
el nombre de una traductora llamada Anne Mayo Herczig. La web de la editorial
anunciaba una nueva traducción que, además, añadía las partes censuradas
durante el franquismo. Este último dato era en especial curioso porque la
traducción de Oliver Brachfeld era anterior a 1939. En este caso es cierto que
el fusilamiento había sido hecho con algo más de interés; cada dos o tres
frases se cambiaba alguna palabra por otra más moderna. Lo de verdad llamativo
era que para dar sensación de nuevo, Funambulista cambió casi todos los títulos
con respecto a las ediciones anteriores: así, el horroroso “Primavera mortífera”
sustituía a “Primavera mortal” y “El alma se extingue” a “El alma se apaga”. Me
quejé amargamente de esa edición y no sé si mis quejas llegaron a oídos del
editor de Funambulista, pero sé que a partir del segundo volumen de la
Biblioteca Lajos Zilahy ya se reconoce que Anne Mayo Herczig sólo hace
funciones de revisión y constan los nombres de los traductores originales.
Un beso.
R.
P.S. La semana pasada la editorial Trasantier recuperó el
libro “El anacronópete” de Enrique Gaspar. Sobre esta novela hace mucho fabulé
una pequeña historia para ti y hace un par de años la subí a este blog. Me la
ha regalado Anna porque sabía que me hacía ilusión tenerla. En su interior otra
cosa curiosa, bajo el nombre del director editorial el copyright de la
traducción a cargo de “Grupo Editorial”, nombre poco serio para un traductor.
Más si tenemos en cuenta que la novela es original en castellano.
Otro.