Durante muchos años, no era extraño sentarnos el sábado por la noche a ver Informe Semanal. No recuerdo la fecha, pero sí recuerdo perfectamente por qué dejé de verlo. Debía de ser noviembre o diciembre de 1985 cuando emitieron el reportaje por la muerte de Mikel Zabalza. Ese día puse la cruz sobre la foto de Ramón Colom, director del programa entonces y responsable de una manipulación informativa que se me hizo insoportable. Le puse la etiqueta de estómago agradecido y nunca se la he quitado porque, a partir de ese día y a pesar de la imagen de respetabilidad que le gusta transmitir, a mis ojos nunca ha hecho nada para redimirse. Aquella noche también puse la cruz sobre el supuesto periodista que se encargó de dar verosimilitud a la versión de la Guardia Civil de la manera más repugnante posible. No te lo nombro aquí porque no he encontrado aquel reportaje en la web de TVE y por Youtube sólo se puede ver la parte anterior a su intervención. Aunque me fío de mi memoria, el miedo a una injusticia es mayor que la reclamación de justicia. De todas formas, la vida tampoco fue generosa con él, aparte de pasar a hacer entrevistas estúpidas en la Vuelta Ciclista, comenzó a hacer variedades de la mano de María Teresa Campos y acabó sus días haciendo el payaso por todos los canales que le quisieron contratar. Dejar de ver Informe Semanal tampoco fue un gran esfuerzo, los sábados por la noche no tardaron en dedicarse a otras cosas. Con el caso Zabalza también fui a mi última manifestación.
Muchos años después de aquello, mi amigo JM (ya nadie lo llama así) cumplió su deseo de presentarme a Toni Comín. Él había empezado políticas un par de años antes (veníamos de periodismo) y quería que me cayera bien su nuevo grupo de amigos. Eso parecía del todo imposible porque la mayoría eran niños progres de buena familia catalana, de esos de Ateneu, Barça o Liceu (o todo junto), me repelían, y se masticaba la idea de que hacían la carrera para acabar en algún cargo interesante o gestionando una ONG. Después de mucho insistir en que Comín merecía la pena, quedamos una noche a cenar con él. Comín se presentó con su hermano, muy tarde, haciéndonos esperar una hora larga. La excusa no me podía resultar más ofensiva, estaban viendo una ópera en la tele con su madre y no podían salir antes de que terminase. Ahí estábamos los hijos de la inmigración, esperando a que el señorito saliese de la ópera. La cena no fue mal, Comín me pareció un hiperactivo que sabía cosas, desconocía cosas, pero hablaba con la misma naturalidad de ambas disciplinas. El que de verdad resultó interesante fue su hermano, un tipo reflexivo y educado que escuchaba mucho más que hablaba. Después de aquello aún vi a Toni Comín en algunas ocasiones más, no debí de caerle tan mal porque me visitó varias veces a la librería en la que trabajaba entonces.
Comín y JM representaban las dos almas del PSC, por entonces unidas en torno a la figura de Maragall. Hoy en día representan el drama del PSC, partido intranscendente en la victoria y principal responsable de todo lo que nos está pasando. Comín ha ido recorriendo partidos a empujones en busca de alguno que le comprenda hasta acabar exiliado junto a un señor de derechas, reconvertido en furibundo independentista. JM ha ido viendo esta reconversión, manteniéndose fiel al PSC al mismo tiempo que el PSC se traicionaba a sí mismo sin descanso, dejando girones de catalanismo a cada elección. Ahora mismo, es difícil saber si queda alguien en el PSC republicano, federalista asimétrico, partidario de un referéndum de autodeterminación, plurinacional o defensor de la inmersión lingüística, puntos todos éstos que Maragall consideraba indiscutibles. Este distanciamiento se ha visto reflejado en multitud de artículos de prensa en los que JM ha atacado con saña a su viejo amigo Comín y nos muestra dónde estamos.
Para escribirte esto, M., descubrí que aún existe un programa llamado Informe Semanal. Los sábados por la noche solemos ver el Saturday Night Live y monologuistas norteamericanos de canales de pago. Algunas veces caemos en las garras del magacín nocturno de TV3, el FAQS, a ratos bueno, a muchos ratos, insufrible. El sábado pasado apareció en él JM y, por primera vez, tuve que quitarlo al ver uno de los momentos más vergonzosos de sus últimos años de carrera. Tras la aparición de los audios sobre la muerte de Mikel Zabalza que demostraban lo que todos sabíamos desde el primer día y, delante de la hermana del torturado, JM lanzó un terrible discurso equiparando el terrorismo etarra con las torturas de Intxaurrondo, equiparando el asesinato de Lluch a manos de unos asesinos con el asesinato de un conductor de autobús a manos de la Guardia Civil. Él sabe perfectamente que lo que distingue al periodista del estómago agradecido es su función, el primero controla al poder, el segundo lo sostiene, el primero denuncia las torturas, el segundo las minimiza. Un periodista no está para recordarnos lo malos que son los malos, sino para descubrir a los malos que se ocultan entre los buenos.
El origen de esta carta está en la limpieza de mi biblioteca que hice el sábado pasado. Entre los libros de los que decidí deshacerme había una obrita de Toni Comín de 1998 (casi un folleto) titulada “Els canvis són possibles”, un texto tan cristianamente bienintencionado como iluso de los que solía escribir por aquella época, de cuando debía de creerse que el PSC tenía la llave de aquellos cambios. Ese librito era carne de contenedor hasta que vi las líneas manuscritas de la primera página y recordé que el libro no era mío, me lo dejó JM para convencerme del talento de Comín y estaba dedicado. Miré la fecha de la dedicatoria; el libro se regaló el 20 de febrero de 1999 y el sábado se cumplieron 22 años. A lo largo de estos 22 años uno de los dos amigos ha caído, algo tarde, en la cuenta de que el PSOE ha sido el gran traidor a la incipiente democracia española, asesinó, torturó, mintió, despidió a los terroristas a la puerta de la cárcel, vació de contenido las instituciones, se enriqueció, fomentó la corrupción, el clientelismo, renegó de la España plurinacional que asomaba tímida en la Constitución, fomentó sin pudor las puertas giratorias, manipuló los medios públicos como nunca antes se había visto, y tantas cosas más… Y han vuelto a ganar, y volverán a ganar porque admiran encantados cómo la extrema derecha se merienda a su principal adversario, mientras continúan sin afrontar ninguno de los retos que están pudriendo nuestra democracia. Y ahí tenemos la ley mordaza, dándonos alegrías extraordinarias. Mientras, el segundo amigo de la dedicatoria observa impávido la degradación, asumiendo que todo eso es un mal menor, que en España las leyes importantes las hace la derecha y la supuesta izquierda gana prometiendo derogarlas pero se las queda porque, en el fondo, le gustan.
Un beso.
P.S. Hoy hemos visto la última película de Polanski, “El oficial y el espía”, y me ha hecho pensar en la traición a Zola que suponen todos los periodistas de hoy que habrían ayudado a lapidar a Dreyfus.