No sé si algún día Catalunya será un estado
independiente. O, para ser más preciso, no sé si en un breve plazo de tiempo,
pongamos, por ejemplo, cien años, Catalunya tendrá su propio Estado. Sólo sé
que el independentismo ya tiene un pie colocado en eso que podríamos llamar la
“internacionalización del conflicto”, y forma parte del paisaje, y va ser difícil
sacarlo de la foto. No me refiero a la proliferación de “senyeres estelades”
por los balcones; me refiero a que hace unos días paseaba por una feria de
atracciones con Unai y en los tenderetes se vendían camisetas infantiles con la
estelada; en el puesto de camisetas
metaleras donde, inexplicablemente, siempre tiene un hueco Camarón, vendían
toallas de playa con la estelada; y en el chiringuito de nuevas tecnologías
fundas de móvil con la estelada. No hace tanto la estelada era un símbolo de
subversión y ahora forma parte del márketing turístico, y todos sabemos que
para eso nunca hay marcha atrás.
Estoy en unos apartamentos y el momento mejor
del día es cuando me siento en la terraza del restaurante a leer el diario.
Leer el diario, esa vieja tradición. Por las mañanas, a la hora del almuerzo,
se nos sienta al lado un alemán con su IPad siempre encendido en la portada de
algún diario de su país. No lo lee, claro, nadie lee el diario en un IPad. Se
entera de las noticias de última hora, lee cuatro titulares apresurados, como
si las cosas fueran a cambiar por enterarse unos minutos antes, y lo toquetea
un rato. Lo mismo que hago yo con el móvil pero más grande. Me siento, pido una
caña y, siempre por el final, comienzo. Leo las críticas televisivas,
hago el sudoku (fácil), leo los deportes, las necrológicas (siempre me han
gustado mucho), la columnas sueltas, los pies de foto, avanzo hacia opinión y
leo las cartas al director. Hasta llegar a la primera página. Yo lo leo todo.
Desde niño. Siempre he creído que si me saltaba alguna página podría estar
perdiéndome algo. Eso, y sólo eso, es leer un diario. Me parece bien estar al
día de las últimas noticias, no tengo nada en contra, pero eso y leer un diario
son cosas distintas. ¿Se puede leer un diario en un IPad? Técnicamente sí. ¿Se
hace? No.
La adicción al móvil se manifiesta de forma
evidente cuando perdemos el sentido del oído. Por presión infantil, nos
sentamos todos los días en la misma mesa para desayunarnos. Detrás de mí queda
una curiosa máquina que mantiene calientes los frankfurts, los huevos revueltos
y el bacon. Cada poco tiempo, esa máquina emite un extraño zumbido idéntico al
de haber recibido un mensaje. Yo sé que no, que no he recibido nada, que tengo las alarmas del móvil en silencio pero, ahora que tienes Whatsapp me
entenderás, ¿sabes lo que cuesta no mirar por si acaso? Es un segundo, aprietas
la tecla que habilita el móvil y te cercioras de que no, de que ha sido otra
vez la máquina del bacon. Incluso el oleaje del mar, a veces, emite un sonido
que nos puede hacer creer que alguien se ha acordado de nosotros.
Subimos al tren de la bruja de la feria y el
maquinista conducía chateando por el móvil. Supongo que sólo tenía que llevar
la cuenta de las vueltas, o ni eso. Los socorristas de la piscina se sientan a
la sombra de un árbol y chatean por el móvil. Los dos. Hay uno que, al menos,
de tanto en tanto levanta la mirada. Quizá tiene pocos amigos. Ayer, volviendo
de comprar el diario, pasé por delante de dos camareros sentados a la puerta de
su restaurante, no hablaban entre ellos, ambos chateaban por el móvil a la
espera de clientes. Y me acordé de ti, y de Pitxu, anda que no le habríamos
sacado nosotros partido a ver la gente pasar.
Un beso.
R.
R.
P.S. Hoy Magui me ha dicho que, caminando por el
sendero de arena que conduce a la playa, hacemos el mismo ruido que cuando Unai
recorre la nave del Mario Galaxy 2. ¿Ves lo que te decía?
Veo tus camareros y socorristas y subo a conductor de ambulancia chateando mientras conduce con un cuarentón acojonado con la pierna rota al lado. Un abrazo.
ResponEliminaNo me digas que te has vuelto a romper la pierna...
EliminaNo, eso es de hace unos meses, jajaja. Aunque, ahora que lo mencionas, vuelvo a pasar por quirófano a principios de 2014. Pronto no les quedará nada que operar...
EliminaLe habríamos sacado partido, seguro
ResponEliminaUn banco en una calle transitada, un helado de pacharán, repugnantes palomas, qué más se puede pedir a la vida...
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