Querida M.,
Quizá tengas
algún amigo o conocido que no sepa quién es Empar Moliner. Sería lo normal, fuera
de Catalunya parece poco conocida, como Calders, como Monzó, como Moncada, como
Espriu, como Xènius, como Pàmies, como casi todos, vaya. Yo la conocí leyéndola
en El País, y desde entonces me parece la más brillante y ácida columnista de
la prensa española. Me sorprende incluso que, salvo cuando se obceca en hablar
de vinos o el correr, con todo lo que escribe aún tenga los arrebatos de
genialidad que se saca de la chistera. Hace años que la mayoría de mis
columnistas preferidos están instalados en la columna definitiva, y hace años
que los que no me gustaban siguen sin mejorar. Ella no, ahora escribe en el Ara
y tiene momentos gloriosos.
Aparte, Empar
Moliner es una cuentista notable, de gran éxito popular, y tiene una sección satírica
en un programa matinal de TV3. Pues eso, M., satírica. Se ve que hace unos días
realizó una crítica feroz de la suspensión por el Tribunal Constitucional de la
ley catalana para paliar la pobreza energética, proponiendo que las familias
que no pudieran pagar la factura de la luz quemaran unas páginas de una
constitución simulada para calentarse. Los de la piel fina, los manos limpias,
los fachas, los nacionalistas que dicen que no lo son saltaron como un resorte,
todos a una, como Fuenteovejuna, al insulto placentero, a la retórica de la
barbarie. Nadie analizó el contenido de la sátira, sólo se vio a una catalana
quemando una constitución en una televisión pública. Como todo el mundo sabe,
la televisión pública sirve para excretar propaganda del partido gobernante y
está exenta de cualquier contenido crítico.
Te preguntarás
por qué me interesa este asunto. Por dos cosas. La primera porque cuando yo
vine a Barcelona no sabía demasiado sobre Jordi Pujol, ni qué representaba la
Moreneta. Sólo tenía una ligera idea a través de un gag sanguinario de Els
Joglars en un programa de Javier Gurruchaga en Televisión Española. A mí me
gustaba aquel programa y me gustó el gag porque Joglars me encantaban y me parecieron
mal las críticas que recibió. Años después fui también a ver “Ubú President”,
la obra en que Boadella despelleja a Pujol sin piedad. La aplaudí, lo único
negativo que recuerdo es que era demasiado larga. Quizá la penúltima obra
decente de Boadella (de en qué se ha convertido este hombre quizás hablamos
otro día). Así son las cosas, M., veinte o treinta años de democracia después, hemos
retrocedido tanto que la idiocia es tendencia y no soporta que nadie se salga
de ahí. Los que emitieron aquel gag ahora tienen las manos en la cabeza,
espantados.
La segunda es
porque soy periodista. No ejerzo porque no valgo para ello, pero soy
periodista; por vocación. Y no he abandonado el periodismo aunque el periodismo
me ha abandonado a mí. Puedo aceptar que los neofascistas de siempre pongan el
grito en el cielo, puedo aceptar que el PP, Ciudadanos o los socialistas que
nos está tocando vivir simulen un escándalo continuo porque no soportan que, en
ocasiones, TV3 sea una televisión de calidad. Pero los periodistas M., ¿en qué
coño están pensando? Unos días después del linchamiento nacional de Moliner la
peor entrevistadora que recuerdo desde Mercedes Milá tuvo a Puigdemont por
primera vez en una televisión nacional. Ana Pastor hizo lo de siempre,
preguntar a bocajarro, sin escuchar, interrumpiendo, buscando respuestas supuestamente
tendenciosas donde no las había. Es igual, el caso es que al final le preguntó
por el “escándalo Moliner” como si eso fuera una pregunta que se debiera
dirigir al President del Govern (quizá recordando cómo actúan otros presidentes
en el estado) y claro, a una pregunta imbécil una respuesta obvia, a Puigdemont
no le gustó la “performance”, pero por encima de todo está la libertad de
expresión. Que un gobernante tenga que defender la libertad de expresión ante
un periodista es una vergüenza para la profesión. Como lo es que muchos
periodistas hayan pedido “responsabilidades”, en la mayoría de los casos sin
especificar qué responsabilidades. ¿Qué echen a la Moliner por expresar
teatralmente su disconformidad con algo con lo que muchos estamos disconformes?
¿Qué responsabilidades? ¿La hoguera? ¿Lapidación? ¿Qué responsabilidades, por favor?
Necesito saberlo.
Un beso.
P.S. 1. ¡Cómo nos
gustan las películas americanas donde los periodistas persiguen sin descanso y
sin miedo a las consecuencias destapar al corrupto, al inmoral, al deshonesto!
Hace unos días vi “Matar al mensajero”, ¡cómo nos gusta sentir que eso es
posible! En esa película los resortes del gobierno usan a los grandes
periódicos para acabar con el prestigio del periodista de provincias Gary Webb
que los tiene contra las cuerdas. Hasta que Webb se suicida. ¡Cómo nos gusta
ver a los americanos en esos fregados! Aquí no pasa.
P.S.2. De aquella
entrevista a Puigdemont también han sido muy comentadas sus “catalanadas” a la
hora de hablar castellano. Se ve que el condicional vasco o el tiempo imperfecto
de los gallegos enriquecen el idioma. Por no hablar del castellano que hablan
en Andalucía, incluso en América Latina. Sólo los catalanes lo estropean. Dicen
que Puigdemont habla cinco idiomas, como Jordi Pujol, no lo sé. El pobre Artur
Mas dicen que sólo habla cuatro. Recuerdo los esforzados cursillos de Patxi
López por hablar euskara, sin demasiado éxito. O veo a Rajoy, que debe de ser
uno de los tres gallegos incapaces de articular una palabra en su idioma. O el
plurilingüísmo de todos los presidentes de los que ha disfrutado España. A ver
si aún echaremos de menos a Esperanza Aguirre.