diumenge, 16 de febrer del 2020

Literatura vasca




Querida M.,
Este mes hace diez años justos desde que se publicó la traducción al castellano de “Bilbao-New York-Bilbao”, la novela con que Kirmen Uribe ganó el nacional de Literatura. Era la tercera vez que un libro escrito originalmente en euskara lo ganaba. Poco antes, yo había registrado en la propiedad intelectual la que creí versión definitiva del primer “Querida M.”. Leí el libro de Uribe nada más llegar a la librería y mi sorpresa no dejaba de aumentar según avanzaba la lectura. Me pareció ver que Uribe no sólo tenía mi edad sino que, al mismo tiempo que yo escribía aquel “Querida M.”, me lo imaginaba escribiendo su novela, fijándose en cosas muy similares, en recuerdos parecidos, urdiendo historias sobre las mismas temáticas. La guinda definitiva llega al final de ambos textos; los dos concluimos con la aparición de nuestro primer hijo, por caminos distintos, ambos niños se llaman Unai.
Lo que me pareció un extraordinario cúmulo de casualidades me llevó a conseguir el correo electrónico de Uribe y escribirle pidiéndole permiso para contarle mi historia. Se mostró receptivo y amable en su primera respuesta. Cuando le volví a escribir lo hice con una larga carta, explayándome en mis elucubraciones, como si fuéramos amigos. Ahí, el pobre Kirmen ya debió de pensar que yo estaba zumbado y nunca respondió. He recuperado aquella carta y yo tampoco me habría respondido a mí mismo. Un par de meses después vino a firmar a Barcelona por Sant Jordi, le llevé mi ejemplar para que se lo dedicara a Magui sin decirle nada de nuestra aventurilla epistolar. En ese rato que estuve con él creo que me miraba raro, con la sospecha en la cara, como si estuviera barruntando la posibilidad de que yo fuera el tarado de las cartas. La lógica dice que no tenía ningún motivo para sospechar de mí, pero claro, así no hay manera de imaginarse nada.
Unos años antes ganó el nacional de literatura Unai Elorriaga con la maravillosa “Un tranvía en SP”. Con él no tuve ningún tipo de conexión, me gustó mucho el libro y gracias, quizá es que no somos del mismo año. Cuando publicó su segunda novela también vino a firmar a Barcelona por Sant Jordi. Fue en el 2004 y le lleve mi ejemplar de “El pelo de Van’t Hoff” para que se lo dedicara a Magui (yo no tengo libros dedicamos a mi nombre). Charlamos, y le dije que me gustaba mucho cómo escribía pero, ay, incapaz de meterme la lengua en un lugar discreto, le comenté que buscaba siempre la frase genial, a cada paso, y que eso era muy cansado y no siempre salía bien. En el 2010, el mismo día que Kirmen Uribe, vino a firmar el último libro suyo que he leído, una historia extraordinaria titulada “Londres es de cartón”. La volvió a dedicar y se lo dije, que era magnífica y, sobre todo, diferente, casi contraria a todo lo anterior y, para mi sorpresa, se acordaba de mí y de la conversación que habíamos tenido seis años antes. Le pregunté que qué tenía en mente y, con la misma afabilidad que la vez anterior, me dijo que también había sido padre y que el escribir se iba a acabar. Y bien, puede que no tenga mucha conexión con él, pero a lo largo de “Londres es de cartón” planea la sombra de mi canción preferida, ¿podría ser?
Aún antes, mucho antes, Bernardo Atxaga ganó el Premio Nacional de Literatura por primera vez para el euskara con “Obabakoak”. Acaba de salir una nueva edición ilustrada, muy bonita. Aquí la tengo. Te he escrito muchas veces sobre el entrecruzar de nuestras vidas y no lo repetiré aquí. La primera vez que me dedicó un libro fue el “Obabakoak”, vino al Ateneu de Cerdanyola a dar una charla y nos saludamos como conocidos, para mí él era el que acompañaba a Asun cuando ella y yo nos deteníamos a charlar en la calle. La última vez que nos encontramos fue hace un par de años, en las fiestas de Vitoria. Estuvimos un buen rato poniendo al día nuestras vidas y me dijo que andaba metido en la lectura sobre las novelitas del oeste de Bruguera para su próximo libro. Esas novelitas de las que he leído cientos y que, por supuesto, me vuelven a conectar con él.
La semana pasada salió por fin “Casas y tumbas”, seis años después de la estupenda “Días de Nevada”. Dice en las entrevistas que ya no escribirá más novelas, al menos grandes construcciones. Me parece bien. No se le puede pedir más, yo ya me he quedado a gusto. Lo tengo tan reciente que no sé ubicar “Casas y tumbas” dentro de su obra, cuanto más pienso en ella más enorme me parece, más inabarcable, no sé si está por encima o por debajo de “Obabakoak” o del segundo premio nacional que se negaron a darle, “El hijo del acordeonista”. “Casas y tumbas” parece un libro infinito al que le han podado miles de páginas y que solo se alarga porque de alguna manera se tiene que abrir paso el lenguaje. Por supuesto que aquí no me faltan conexiones, me sobran, de hecho. Se fija en los detalles en que me fijaría yo, habla sólo de las cosas que a mí, y a veces no sé si sólo a mí, me interesan, prescinde de la emoción a cambio de la literatura y el capítulo final… Ay, el capítulo final. ¿Te he dicho alguna vez, M., que con cinco años tuve una apendicitis de ésas que a punto están de pasarse de la raya?
El primero que me habló del libro fue Aritz, no sé si decir ya mi amigo Aritz, que había leído la edición original en euskara. Hace unas semanas retomamos el tema, al saber que ya pronto salía en castellano. Andábamos a la caza de la única traducción del euskara al catalán que le faltaba en su colección y, en las conversaciones, Atxaga siempre sale, o lo saco, vete a saber. El hombre lo había intentado con la editorial, el autor, el traductor, en plataformas de segunda mano… nadie en el mundo parecía conservar un ejemplar y mira tú por dónde que me lío a charlar con el experto en poesía de una biblioteca y, voilà, tenía dos. Este hallazgo nos ha unido mucho. Así que el último párrafo va para él.
Querido Aritz, mi disco favorito de Itoiz en estos momentos es “Musikaz blai”; van rotando. Es el disco anterior a que Atxaga comenzara a escribir letras para ellos. Hay una estrofa de una canción que me entusiasma, por premonitoria. En la época en que se escribió esa canción las tiras cómicas por excelencia de “El Correo Español” eran la de Mafalda y Don Celes. En el bando contrario, en el Egin, se hizo muy popular Zakilixut, un personaje que mezclaba la reivindicación nacional con los juegos de palabras eróticos, creo que aún sale, en el Berria, ¿no? Zakilixut estaba en euskara así que tardé una notable cantidad de años en encontrarle la gracia. El caso es que en la canción “Lo egin” la estrofa dice: Mafalda y Zakilixut, enamorados, discuten a la puerta de un cine qué película ver, “El Gran dictador” o “Emmanuelle en el frontón”. No sé, a mí me parece que tiene mucha miga.
Un beso.
R.
P.S. Atxaga y Unai charlaron sobre Ernesto Valverde aquel día, justo antes de que fichara por el Barça y nos dejara huérfanos de entrenador. Este año Atxaga aparece en su libro de literatura y a Unai le ha hecho ilusión haberlo conocido así que ha leído las “Memorias de una vaca”, adoctrinamiento, lo llaman.