Querida M.,
Que este blog se
muere. Que ya todo es de lo mismo y los cuentos, las historias imaginadas, se
quedan pudriéndose en mi cabeza. Que la realidad ha ganado casi todas las
batallas. Y yo no sé escribir desde la rabia ni desde el estómago. Algunos creen
que sí, pero no es verdad. Hace unos días hablaba con S. y le decía lo mucho
que me había sorprendido leerle y notar su bilis; él, que ve pasar las moscas y
las saluda.
No hay más que un
tema y yo me siento cada vez más solo. Un tema que sólo me interesa porque está
ahí, como la Champions, como los limpiacristales. Un tema que sería divertido
si no fuera por lo aburrido que es. Aburrimiento de mentiras, intereses y culos
al aire de miles de personas que se están retratando y han salido movidas. Entre
todos los medios de Madrid que soy capaz de asumir, sólo hay dos oasis con los
que me siento identificado. Dejo aparte a Jordi Évole, que juega en otra liga.
Había dejado de
escuchar “A vivir que son dos días”, el matinal de los fines de semana de la
cadena Ser, después de que lo abandonara Concha García Campoy. Tuve algún
momento de debilidad con Montserrat Domínguez pero me duró poco. Hasta que un
día me desperté con el programa en los auriculares y descubrí que había caído
en manos de Javier del Pino. Desde ese día creo que, no sólo ha superado a su
versión original, sino que no hay un programa mejor que pueda escucharse en
cualquier emisora española.
Hace un par de semanas trataron el tema de la
corrupción y el oasis catalán con varios periodistas que habían publicado obras
al respecto. Javier del Pino insistió en separar ese tema del
proceso actual y se mantuvo como siempre, iba a decir como un gran periodista,
pero el hecho es que se mantuvo como un periodista, a veces hacer lo que se
debe te convierte en excepcional. Al final del programa, uno de los
participantes (que trabaja en El Periódico de Catalunya) aprovechó para
denunciar que la Generalitat había concedido unas subvenciones de cuantías
importantes a medios de comunicación afines sólo diez días antes de las
elecciones. Y aquí Javier del Pino dudó. Por un momento se mostró escandalizado
y dudó. Supongo que después dejó correr el asunto porque no tenía forma de
corroborar la noticia y su instinto algo debió de insinuarle al oído sobre cómo
podía ser que una noticia así no hubiera alcanzado mayor transcendencia.
La noticia M.,
por supuesto, era mentira. Una mentira enorme, la mires por donde la mires, y
eso explicaría que no haya sido artillería de campaña. Pero del Pino estaba
indefenso ante ella. La primera vez que leí sobre ese tema fue en un medio
digital catalán que publica en castellano. El medio denunciaba que se otorgaran
las subvenciones desde la independencia que les daba no solicitarlas. Primera
mentira. Esas subvenciones se otorgan a medios que fomentan la lengua catalana
(como mucho se podría discutir si son convenientes o no), presumir de no solicitarlas cuando no puedes es decir que la uvas están
verdes. La segunda mentira era vender la noticia como una compra con dinero
público de voluntades afines. La mayor cuantía, con mucho, de las subvenciones
fue para el grupo Godó y es una ofensa a la inteligencia de cualquiera hacernos
creer que La Vanguardia es un medio partidario del proceso. Es una ofensa, en
general.
La tercera
mentira deriva de las dos primeras. A Artur Mas se le acusó de poner las
elecciones en un fin de semana largo para evitar la alta participación, o de hacerlo
coincidir con la Diada porque le venía bien. No debe de haber ningún caso en la
historia de la política en el que un gobernante haya puesto unas elecciones en
unas fechas que no le fueran propicias. Sin embargo, cualquiera que sepa cómo
funcionan las subvenciones sabe que se convocan con muchos meses de antelación,
que hay unos plazos para presentar la documentación, que hay unos plazos de
aceptación de la misma, que hay unos plazos de concesión del importe y unos
plazos para reclamar o rechazarla. Después hay unos plazos de confirmación y,
finalmente, un día se paga. Todos esos plazos se conocen desde el momento en
que las subvenciones salen publicadas en el BOG y se repiten cada año, buscar
una coincidencia con un periodo electoral es más fácil que no encontrarla. Por
cierto, la cuantía de esas subvenciones ha ido cayendo con los recortes de los
últimos años, pero desde que “El Periódico” sacó su edición en catalán, el
grupo Zeta se ha inflado a recibir dinero público, con Pujol de presidente.
En vista de cómo
funcionan los informativos de las cadenas generalistas, el único programa donde
uno podía informarse con un mínimo de criterio era “El Intermedio” del Gran Wyoming.
Un programa de humor, ya es triste. Durante la última campaña electoral
catalana el programa dedicó muchos minutos de su espacio al tema. A pesar de
mantener su línea habitual de ataque y derribo a todo lo que se mueve, mi
sensación era que según pasaban los días el programa se iba escorando sin
demasiado disimulo en una dirección. El día clave de la transformación llegó
con la entrevista a Josep Borrell, basada más que en lo que tenía que decir, en
haber sido censurado en TV3. Poco después le hicieron un acto promocional a
Miquel Iceta y hace unos días Wyoming hizo un chiste en el que daba por sentado
que si algo lo decía TV3 era susceptible de ser mentira, generalización curiosa
viniendo de alguien que trabaja en A3Media.
En mi modesta
opinión, los informativos de TV3 han bajado de calidad desde que asumió su
dirección Toni Cruanyes y, dado que a mí el proceso ha terminado por saturarme,
sí me parece que los posicionamientos proindependentistas han cogido un protagonismo
excesivo. Aún así, están a años luz de objetividad con respecto a los
informativos de cualquier otra televisión pública que haya en España y muy por
encima en pluralidad que la totalidad de las privadas que, de hecho, carecen en
absoluto de ella. En el caso de la entrevista a Borrell hubo varias cosas que
Wyoming no explicó. Sí dijo, con poco interés, las razones de TV3 para suspenderla,
pero eso no era lo que le interesaba ni a él ni, sobre todo, a Borrell, que
estaba entusiasmado presentándose como perseguido. Wyoming no explicó que la
entrevista era en el canal de información 24 horas de la cadena, que tiene una
audiencia ínfima y noctámbula, ni explicó que unos días antes a Borrell sí lo
habían entrevistado en la radio pública catalana en el segundo programa más
escuchado de Cataluña. Independientemente de las razones de TV3, programar y luego suspender
aquella entrevista fue una enorme error.
TV3 está en el
punto de mira de la derecha y de la ultraderecha española desde hace mucho
tiempo. No son extraños los entrevistados en TV3 que se quejan de no ser
entrevistados en TV3. Se han denunciado los informativos del Canal Infantil por
los mismos que nos hicieron crecer con “La Bola de Cristal” (maravilloso
programa que ahora se emitiría en horario protegido). Se ha acusado de falta de
pluralidad a sus tertulianos cuando es imposible encontrar una sola tertulia
plural sobre Cataluña en ningún otro lugar de España. Se ha acusado de
independentistas a sus presentadores cuando entre sus mayores estrellas hemos
podido ver a Xavier Sardá, Julia Otero, Carles Francino, Àngels Barceló, Gemma
Nierga, Andreu Buenafuente, Jordi Évole, Santi Millán, Josep Cuní, Lidia
Heredia y muchísimos otros periodistas a los que sería imposible etiquetar de
esa forma. ¿Por qué TV3 duele tanto? Sólo hay una
respuesta, TV3 es la única televisión pública de España que es líder de
audiencia. TV3 es una buena televisión. Tiene el mejor programa de sátira política
(Polònia) o deportiva (Crakòvia) que puede verse. Es capaz de hacer líder un
programa sobre cómo recoger setas, tiene un canal infantil que debería ser la
envidia de cualquier televisión pública del mundo, el mejor programa de ciencia
que he visto nunca y unos espectaculares documentales históricos asesorados por Borja de Riquer o Josep Fontana. Y todo eso es difícil de tragar.
Normalmente me
duermo escuchando la repetición nocturna del programa “La competencia” de RAC1.
Hace unos días no llegué y me quedé con Joseba Larrañaga, un buen periodista
deportivo, vistos los demás. Cuando me desperté lo primero que
escuché fue a Carlos Herrera decir “la mitad de los catalanes están enfermos” y
lo más tremendo es que ya no nos sorprende. Y no es la COPE, cosas similares ya
las decía en Onda Cero, y se pueden oír en Televisión Española, y en
Telemadrid, y en Canal Sur, y en Cuatro, y en la Sexta y en Antena 3. Es otra
gran mentira decir que el auge del independentismo es culpa de TV3. Es, de
hecho, una barbaridad matemática. Un canal con un 20% de audiencia no moviliza
a la mitad de la población. El único programa de TV3 capaz de generar independentistas
por sí solo es esa obra maestra del humor llamada APM. Cuando pone los cortes
de Curri Valenzuela, Marhuenda, Tertsch, y toda la caterva de incendiarios
ultraderechistas que ocupan sillones por las tertulias.
La noche
electoral en TVE una contertulia puso en duda la fiabilidad de la encuesta de
TV3 por el mero hecho de ser de TV3. No fue una mala encuesta ni trataba de
influir en nada puesto que salía con las urnas ya cerradas, quizá no era tan
fiable como todas aquéllas que daban a Unió una buena representación
parlamentaria. Pero que lo diga una contertulia de Televisión Española ya no
nos sorprende a nadie. Sólo después de las elecciones Wyoming entrevistó al
primer partidario del proceso en su programa, Antonio Baños. Quizá fue mi
impresión, pero no se le vio cómodo ni inspirado. Es una desgracia porque estoy
seguro de que tiene muchas más cosas en común con él que con Arrimadas, o
Cifuentes, o Rubalcaba, a los que ha entrevistado después, y sin embargo se rio
más con éstos. Tenemos a los hermanos Trueba, si Wyoming nos deja, ¿qué podemos esperar?
Ayer escuché a
Quique Peinado con David Fernández y se abrió otra ventana a la esperanza e hizo que por fin escribiera este texto,
intentando huir de la rabia. Antes no salía sin bilis y ayer el primer párrafo
apareció así, de golpe. ¿Cuántos más como Peinado quedan allí afuera? ¿Estáis
de verdad, no nos habéis abandonado? Demos gracias a dios, y a su representante
en la tierra española, el cardenal Cañizares.
Un beso.
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