Querida M.,
Me cuesta tanto escribirte que la
primera frase de este texto ha pasado de ser “recibí ayer” a: recibí hace un
par de semanas una tarjeta de invitación a un acto de homenaje a la rumba
catalana. No era nada personal, era uno de esos tarjetones que aparecen en un
muro de Facebook sin saber muy bien por qué. Lo organizaba el CLAC, una entidad
cultural muy cercana al entorno de Societat Civil Catalana. Días antes había
leído varios comentarios de celebración del recién nombrado director de la
entidad, elogios diversos a un tal Andreu Jaume. Traté de averiguar quién era
el elogiado y lo primero que encontré fue un artículo contra la literatura
catalana actual de esos en los que la bilis no deja ver la realidad. No es que
sea yo un gran defensor, pero no la veo muy diferente de la literatura española
actual. Los mismos vicios de los que acusa a una podrían aplicarse a la otra y
creo que, de forma deliberada, manifiesta una ignorancia supina sobre algunos
de los mejores autores catalanes modernos.
El problema de eso que llaman
unionismo no es que se base, como todos los patriotismos, en la bondadosa
mentira de la mitología para alimentarse. El problema es que no se cree ni de
coña la mitad de su discurso. Cuando SCC defiende el bilingüismo lo que quiere
defender es el castellano, cuando el CLAC defiende la cultura catalana y
española lo que quiere defender es la cultura española en Catalunya. Por eso
cuando hacen un homenaje a la rumba catalana no lo hacen con mala voluntad, son
inconscientes del ridículo espantoso que protagonizan; son actos de autoconsumo
para forjar su voluntario desconocimiento sobre todo aquello que, a medias,
dicen defender de forma casi infantil. La tarjeta de invitación al acto
anunciaba como contertulios a: Jaume Sisa (cantautor galáctico que hace años
que se apunta a un bombardeo), Sabino Méndez (rocker españolista cuya única
aproximación, y remota, a la rumba es una maravillosa canción que su cantante
se niega a cantar), y un tal Pau Guix que, al buscarlo en Google, descubrí que
era un productor especializado en ópera. Viendo semejante cartel la pregunta
era obligada, ¿algún rumbero por allí? Pues sí, como artista invitado había un
grupo llamado Pantanito que, obviamente, tuve que investigar. Mirando la web de
Pantanito descubrí una cosa divertida sobre sus comienzos que no viene al caso
y también pude leer que se definían como creadores del “neocalorrismo” y que
sus grupos de referencia eran Los Chichos y Los Chunguitos, vaya por Dios,
precisamente la “otra” rumba. De verdad que no le veo mala intención, M., pero
alguien con más mala idea que yo podría pensar que donde CLAC ve un homenaje
otros ven una burla, un desprecio. Se les ha de perdonar, porque no saben lo que
hacen.
Hablando de Sabino Méndez, a Unai
y a mí nos gusta ahora mucho cantar en el coche “Rock & Roll Star” y “La
mataré”. Es tierno comprobar cómo, a pesar del tiempo que ha pasado, aquellas
canciones tan mal cantadas por Loquillo se han convertido en las preferidas de
un niño de 9 años. El caso de Loquillo es de difícil explicación, bailaba como
un pato, entonaba horrible y cada vez que abría la boca subía el pan, sin
embargo, hasta la marcha de Sabino Méndez del grupo sacó adelante algunos de
los mejores discos de los 80. Ha vivido toda su vida en un estado de permanente
autobombo, jugueteando con la provocación sin que, por más que piense, le
recuerde una sola frase inteligente. Aunque ha tenido sus momentos,
mayoritariamente ha sido un azote del nacionalismo quejándose en los medios
catalanes de lo poco que sale en los medios catalanes, actuando como estrella
principal de las fiestas de la Mercé al tiempo que se sentía perseguido y
haciendo anuncios de Mahou para hacernos ver lo acogedor e integrador que es el
Madrid de Esperanza Aguirre (vaya por delante que la Mahou es una cerveza
muchísimo mejor que la Estrella).
Hay un hecho en la vida de
Loquillo que es muy sintomático de ese unionismo que confunde la realidad y el
deseo. Harto de denunciar la asfixiante persecución del nacionalismo catalán en
Barcelona, harto de no poder vivir en castellano en su propio país,
harto de no poder ganarse la vida tranquilamente en Catalunya, Loquillo se fue
a vivir a San Sebastián. Claro que sí, con dos cojones. Según parece, la
Guipúzcoa de los 90 era un lugar de ensueño donde se podía disfrutar la
españolidad en todas sus modalidades. Habría sido interesante saber cómo de
divertido se lo pasaría Loquillo por los bares de pinchos de Donostia si
hubiera dicho de los independentistas vascos en ETB las mismas lindezas que
decía sobre los catalanes. Quizá por eso, al poco de vivir allí sacó una
canción denunciando la tortura (en mi opinión, horrorosa). Y ahí está el quiz
de la cuestión, M., Loquillo no tardó nada en integrarse en la sociedad vasca y
pronto se pasó a la canción protesta; parece que puso en ese empeño mucho más
de sí mismo que en tratar de comprender a un vecino de la plana de Vic. O quizá
todo es una pose para ser bien tratado allá donde va, porque a la plana de Vic
le cantó en la única canción que tiene en catalán, porque en TV3 y en Catalunya
Ràdio lo han entrevistado muchas veces promocionando sus discos. Mira M., justo
ahora busco en Youtube y aparece entrevistado antes de irse a San Sebastián por
Mari Pau Huguet. El programa se llamaba “Com a casa” (Como en casa).
El otro gran grupo catalán de los
80 fue “El Último de la Fila”. Un caso similar al de Loquillo, un
guitarrista de muchísimo talento y un cantante carismático y engolado, de voz aflamencada,
que si cantara flamenco sería linchado y que, no me preguntes por qué, en su
día también le dio la deria de irse a vivir al País Vasco. Me gustaban
bastante, pero no tanto como Radio Futura o Golpes Bajos. Ahora me cuesta oír
sus canciones, la manera de cantar de Manolo García me cansa. El último disco del grupo me pilló trabajando
en una tienda de cedés. Al oírlo ya se veía venir que eso no podía durar,
llevaban tiempo cantando la misma canción una y otra vez. Poco después de la
separación Manolo García sacó su primer disco en solitario y vendió mucho
(supongo que tanto como con el grupo) porque la legión de seguidores era
grande, pero el disco era espantoso, la misma canción de nuevo, la de antes,
como una letanía. En cambio, Quimi Portet ha ido grabando discos por su cuenta,
sin ningún éxito, pero brillantes, originales, con canciones que sonaban
diferentes.
Manolo García también nos ha
deleitado hace poco con un ejemplarizante discurso sobre este unionismo
infantil del que te hablo. Se ve que Quimi Portet no le ha guardado rencor
porque creo que han tocado juntos de nuevo. Es muy propio de los catalanes,
aunque les ofendan, por si acaso siempre dan otra oportunidad. Es la
catalanidad de los porteros automáticos. Resulta que después de un montón de
años de discreción sobre la ruptura del grupo, Manolo García sale a la calle
una mañana y decide que la culpa de todo la tuvo Quimi Portet que, maldita sea,
es muy patriota catalán y se empeña en cantar en su idioma. Por supuesto dice
que lo respeta, que a él lo del patriotismo ni le va ni le viene y que no tiene
problemas con el idioma. Grande. Has tenido quince años a tu compañero
(catalanoparlante hasta la médula) componiendo hits internacionales en
castellano como un campeón y cuando quiere hacer alguna cancioncilla en su
lengua materna la culpa de la separación es suya. Manolo García, cuando habla,
no se da cuenta de que no tiene ningún problema con el idioma porque el idioma
en que cantan es el suyo. Hace unos días leí a Paul Preston hablar del aún
imperante franquismo sociológico. Es eso, M., gente que no se da cuenta de que
su modelo mental de España es el que el franquismo inoculó a la población. Por
eso igual que se hacen homenajes gratuitos a la rumba catalana sin rumberos, un
cantante como Manolo García puede decir que alguna vez metió una frase en
catalán en medio de una canción para tener contento a Quimi.
Un beso.
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