dimecres, 9 d’agost del 2017

El energumenato Vol. 2: de sabios y cretinos

Querida M.,
Cuando Harold Bloom vino a recoger su merecido premio Catalunya los titulares de prensa se centraron en sus habituales ataques a la calidad literaria de Harry Potter. Los periodistas le preguntaron por enésima vez su opinión sobre la saga del mago y él contestó por enésima vez que le parecía mala literatura. Recuerdo una conversación días después con un amigo que, por intereses comerciales, le debía mucho a Potter. Estaba indignado, me decía que quién se creía ese tal Bloom que era para echar pestes de las novelas de J. K. Rowling, que a tanta gente gustaban. Es lo que tiene la democratización de la cultura, que todo el mundo tiene una opinión.

"El canon occidental" de Harold Bloom es una obra tan susceptible de desacuerdo como cualquier otra. Lo que es difícil de negar es que su autor es uno de los más grandes sabios vivos que hablan y escriben sobre literatura. ¿Quién es Bloom para opinar sobre Potter? Un sabio, y como tal su opinión importa o debería importar. La opinión de mi amigo, además de ser interesada, no. La opinión de los millones de lectores debería importar a sus amigos, primos y demás familia, pero no debería formar parte del debate literario. Saber distinguir el fan, del tertuliano, del oportunista, del sabio es una tarea sencilla que, por desgracia, se está echando a perder. A los intereses comerciales que manipulan las opiniones del planeta les interesa sobremanera que esa tarea fracase. Viven de ello. Vale más la opinión equivocada de un sabio que la acertada de un ignorante, pero no interesa.

Cuando se estrenó la saga original de "Star Wars" yo ya era un niño marcado por "El ángel exterminador" de Buñuel. Esa película me cambió la vida y las naves interestelares dejaron de interesarme de inmediato. Aparte de su enorme éxito comercial, no recuerdo tampoco que las críticas fueran demasiado entusiastas por aquel entonces. Yo las vi de adulto y me gustó el aroma de western de la primera, me aburrió la segunda y me pareció denunciable la tercera. Cuando todo parecía olvidado volvieron a inundarnos con una segunda trilogía de la cual, a duras penas, se salva una carrera de vainas. Lo que es peor es que la mayoría de los fans de la saga que conozco reconocen que los actores están horribles y muchas de las películas parecen serie B. Me dicen que el fenómeno está más allá, en otro lugar, en el diseño, en la iconografía, en una infinita capacidad para el márquetin. Pues muy bien.

Después de la más o menos reconocida pifia de la segunda trilogía, la compañía Disney nos adereza la vida con una tercera. Me niego a que me digan que es una manía mía contra las películas de ciencia ficción. Las dos películas que J.J. Abrams hizo sobre la saga Star Trek me gustaron; me gustaron mucho, sin haberme interesado nunca el universo Star Trek. Lo nuevo de Star Wars puede tener una factura algo mejor, pero las historias siguen sin sostenerse más que a través de su propia mitología. Recuperamos a tal o cual actor por muy acabada que esté su carrera o muy malo que haya sido siempre, volveremos a ver el monigote de aquel engendro cibernético o aquel mono gigante. Y con eso ya salimos del cine contentos. ¿Y quién soy yo para decir nada? Nadie.

¿Cómo se distingue a un sabio de alguien que no lo es? Pues es bastante sencillo. Basta con leerlos o, en su defecto, escucharlos. El sabio es aquel que no es un cretino. Sí, M., ya sé que parece una obviedad. Me explicaré. El sabio es aquel que habla de aquello acerca de lo que sabe más que los demás y luego calla. Harold Bloom es un sabio, sí, pero su opinión sobre la nueva plantilla del Barça es completamente irrelevante. Para distinguir a un buen crítico de cine hay que leer a muchos críticos de cine que sólo saben poner estrellitas; para encontrar a un buen crítico literario conviene leer a muchos críticos literarios de mierda.

Y llegamos al quid de la cuestión. Hace unos días Javier Marías levantó una de sus habituales polvaredas, previas a la publicación de una nueva novela, con un artículo sobre los falsos mitos de la literatura femenina y Gloria Fuertes. ¿Es Javier Marías un sabio? No. Es un opinador habitual, pero le da igual sobre qué. Como muchos otros literatos actuales viven de opinar a diestro y siniestro, trepando como infinitos lameculos del grupo Prisa. De este hecho el matrimonio Lindo-Muñoz Molina nos ha dado tantos ejemplos maravillosos que me lloran los ojos.

Siempre reconocí en Javier Marías talento literario aunque no me gustaban sus novelas. Con el tiempo, un celebrado crítico alemán lo encumbró al Olimpo de los autores europeos modernos y yo pensé que, quizá, traducido al alemán, salía ganando en profundidad. Después reconocí mi error al encontrar "Tu rostro mañana" una novela extraordinaria. Pero ahora vuelve a escribir novelas como las de antes, que se venden más. La sabiduría que le falta a su talento la tenía su padre, Julián Marías, hombre sin duda equivocado pero con unos conocimientos y una capacidad para transmitirlos que lo hicieron un dios a mis ojos cuando, Pitxu se acordará de esto, me salvó la filosofía de la selectividad.

Uno de los más grandes sabios sobre la poesía española de la segunda mitad del siglo XX, si no el mayor, fue José Batlló. La deuda que muchos poetas tienen con él es infinita y reconocida, basta indagar un poco para saberlo. Editó, dirigió colecciones, tradujo y escribió poesía como casi ningún otro. Como una sombra, su nombre lo impregna todo. Si se quiere conocer a fondo la poesía de los 60, los 70 o los 80 a él debemos consultarle. Y es aquí cuando el sabio nos señala con su dedo al cretino.

¿Por qué Javier Marías no es un sabio?  Porque es un cretino. Porque le gusta escribir sin saber, a partir de teletipos o noticias sesgadas por diarios semidifuntos. En el artículo que levanta la famosa polvareda Marías no razona mal. Dice cuatro evidencias sobre la historia de la literatura femenina, crea su canon, nada original, y se manifiesta contra la presión de los lobbies que quieren colocar las fotos de sus héroes en todos los plafones. El problema de su artículo radicaba en la pobre Gloria Fuertes. ¿Qué pintaba ella en todo este embolado?

Aprovechando que se cumplen 100 años de su nacimiento su figura está viviendo un pequeño reconocimiento en forma de reediciones, biografías y homenajes. No entiendo mucho de poesía, no es mi género preferido, pero en el año 1997 Batlló hizo una alineación de los mejores poetas españoles vivos para un especial de la revista Taifa, que dirigía. En esa alineación, de medio centro, estaba Gloria Fuertes y si de una cosa estoy seguro es de que Batlló no lo hacía por motivaciones extraliterarias.

Cuando Marías comienza su artículo sorprendido por el resurgir de la poetisa y afirmando que en su opinión no merece estar en ningún canon literario asoma ese Marías ignorante que ha rellenado tantas páginas de naderías. Conociéndole, habiéndole leído, es fácil concluir que no conoce la poesía española de esos años, que quizá no sepa quién era Batlló, que para él Gloria Fuertes era aquella ancianita a la que se le escapó el globo y recitaba ripios a los niños de los setenta. Quizá debería mirarse esa alineación y aprender alguna cosa del sabio en lugar de salivar embobado mirando cómo se le escapa la cometa blanca.
Un beso.

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada