Andan los independentistas a la greña por las estrategias futuras. Creo que ya te escribí sobre el grave problema que supone dejar en manos de los energúmenos la dirección de los acontecimientos. No es que sean muchos, pero hacen un ruido enorme y suelen ser los que inflan el argumentario del enemigo. Así como los sectores más recalcitrantes de Ciudadanos (o sea todos), los del PP (o sea, casi todos) y los del PSOE (una interesante mayoría) han sido generadores de independentistas en serie, cada vez alzan más la voz los independentistas generadores de anticatalanismo.
El tema es que un movimiento que pasa del 15-20 % al 50 % en cinco años, de momento no puede ser otra cosa que un suflé. Con un enemigo como España el suflé puede durar toda la vida, ya que la democracia española está incapacitada para rebajarlo. Es evidente que el crecimiento del porcentaje inicial será progresivo e imparable a lo largo de los años, incluso de las generaciones; pero la hinchazón actual sólo puede ser ficticia y agudizada por las circunstancias. Enfrentados al inmobilismo de los partidos españoles el suflé sólo tiene una manera de relajarse: el enemigo interior.
Asistimos al desvarío de un gobierno de la Generalitat falso e inane. La progresión de presidentes de la Generalitat es una secuencia inenarrable: Pujol-Maragall-Montilla-Mas-Puigdemont-Torra. Da miedo imaginar el próximo. La ANC ha sustituido al entrañable Jordi Sánchez por Elisenda Paluzie, un personaje más cercano a la tradición peneuvista (del siglo XIX) que a la suya propia. Una cohorte de autodenominados intelectuales de derechas e independentistas llena las redes con artículos esencialistas espantados por la inanidad de los recién llegados, que no acaban de creerse la historia. Enric Vila, Bernat Dedeu y otros disparan contra todo lo que se mueve fuera del círculo de "la independencia mejor hoy que mañana". El cesto del independentismo se ha llenado con demasiada gente que no tiene el convencimiento de los originales, y parecen flaquear. Entre todos ellos navega Jordi Graupera, el único con un discurso audaz, pero actualmente no parece saber si debe tirarse al monte o quedarse quieto para ver si puede captar toda aquella gente que creyó que se le acercaría como un mesías. La guerra entre el esencialismo de los más radicales de Puigdemont y la moderación de Esquerra Republicana la gana Esquerra en las urnas y Puigdemont en las redes.
Frente al discurso del cuanto peor mejor, el independentismo sensato ha iniciado una campaña que debía de haber hecho hace mucho tiempo contra un engendro llamado "Institut Nova Història". Mientras la historiografía catalana era un orgullo para cualquier lector, un falso historiador llamado Jordi Bilbeny se ha ganado la vida escribiendo imbelicidades que dan vergüenza ajena (sí, sí, como Pío Moa, Luis Suárez o César Vidal, sí, igual). Se le tenían que haber parado los pies mucho antes pero, seguramente, al ser uno de los "nuestros" se le fue dejando crecer, se hizo un nombre y creó este instituto de historia que realiza documentales (y se emiten), publica libros delirantes y habría que saber si recibe algún tipo de ayuda pública (sí, sí, como las fundaciones de la derecha española, sí, igual). Así es como el anticatalanismo mediático ha encontrado a qué agarrarse para desprestigiar al resto de historiadores catalanes. La tradición de Vilar, Soldevila, Vicens Vives, Fontana se empaña con Bilbeny y los medios de la derecha ultramontana española se regocijan con ello.
Enfrente sigue España, como si nada. España, esa partitocracia que llamamos comúnmente "Madrid". Puestos a moverse, si Rajoy parecía un saltador de pértiga al lado de Torra, Pedro Sánchez lleva camino de convertir al molt honorable en el rey del feeling. La inconsistencia de su discurso con respecto a Catalunya se está trasladando a todos los órdenes de la vida. Tan pronto parece un hombre decidido con principios como una marioneta en manos de las bestias pardas del PSOE. Su cobardía se extrema, ese hombre puede hacernos mucho mal y lo celebrarán Dedeu, Vila, Espada, Sostres, Tertsch y toda esa cohorte de villanos que sólo son felices en el conflicto. Como buena metáfora de la democracia española, Pedro Sánchez no parece tener un fondo demasiado profundo, aunque da el pego estético.
Cantaba el Evaristo en la primera canción del "Salve" "somos pequeñas bombas de odio". Ja. Evaristo no es nadie al lado de los de Ciudadanos. Hartos nos quedamos de denunciar la insidia que les corre por las venas. Mientras sólo afectara a Catalunya todos felices, de centro-izquierda decían que eran. En una Catalunya moderna, pacífica, de convivencia razonable, Ciudadanos nació con un único propósito: sembrar el odio. Para ello nada mejor que detonar bombas en los dos pilares fundamentales de la convivencia: Catalunya como nación y la inmersión lingüística. A nadie importa que sea un hecho evidente y masivamente reconocido a lo largo de la transición que Catalunya es una nación, ni en qué circunstancias se acabó escribiendo en la Constitución el concepto de "nacionalidad". A nadie importa ya que la inmersión lingüística fuera en origen una reclamación de las asociaciones de padres con mayoría de migrantes de otros puntos de España, ni que a Pujol, de entrada, no le pareciera la mejor opción. Mienten los que dicen que Catalunya está dividida en dos mitades, en estos dos temas fundamentales el consenso es mayoriario y es ahí donde Ciudadanos comenzó a clavar su cuchillo. La capacidad para la mentira y el revisionismo de Ciudadanos no es muy diferente a la de Bilbeny cuando dice que el Quijote fue escrito en catalán.
Arrimadas, desde el más profundo desconocimiento, también ha dado clases de historia de Catalunya en el Parlament con una desvergüenza tan extraordinaria que resultaba enternecedora. Ahora ya la tienen allí, en Madrid, y van viendo qué pie calza, y a muchos no les hace tanta gracia paseando su infinita ignorancia arrogante sin ningún rubor, repitiendo coletilas y soltando barbaridades. Pasear por las calles de Alsasua o del pueblo de Puigdemont a la caza de algún insulto o agresión que grabar estaba bien hasta que los vieron en el desfile del orgullo gay. Aún así no parece que muchos se pregunten "¿los catalanes llevan más de diez años aguantando esto?" De hecho, casi nadie se pregunta por qué Pedro Sánchez sigue olisqueando en el culo de Rivera.
Tuve de cliente hace muchos años a Girauta, de cuando era tertuliano moderado en TV3. Era educado y sólo compraba libros de Simenon. Este texto baila hace semanas en mi cabeza y solo ha cogido forma después de leer su gracieta sobre lo que sufren los andaluces con los familiares catalanes. Él, que ahora es toledano. Me resultó divertido porque mi experiencia es exactamente la contraria. La última vez que fui a Andalucía, casi sin bajarme del coche y, antes de darme un par de besos, una amiga de la familia me exigió que mi niño hablara en castellano (debía de tener seis o siete años entonces). Viajando como vasco nunca tuve tantos problemas, mira tú, ahora que viajo como catalán mi calidad de vida ha empeorado mucho. Aún la semana pasada,de visita por Vitoria, tomando unas cervezas con los amigos de toda la vida, uno de ellos creyó oportuno decir sin venir a cuento, en voz bien alta y delante de mi hijo y de mi mujer, que odiaba a los catalanes. La razón: que una vez, en un viaje organizado, había un grupo de catalanes que hablaban en catalán y gritando. Cuando le pregunté por qué no odiaba a los gallegos que hablaban gallego o a los vascos de su barrio que hablan en euskara no me contestó nada de particular, sólo insinuó que si todos los de aquel viaje odiaban a los catalanes sería por algo. Claro que es por algo, Girauta, por las mentiras que tú cuentas.
En la última temporada de la serie de moda, "La casa de papel", se produce un hecho interesante: los atracadores de bancos han ganado tanta popularidad que ya no les llaman atracadores. Desde algunos informativos y a instancias de gobierno se les llama terroristas. Hace unos días vi, de casualidad porque no suelo ver este canal, un informativo de Cuatro en el que una de las contertulias equiparaba sin ningún rubor la guerra civil y los 40 años de franquismo con militar en Bildu. Periodismo. Y es de suponer que, basándose en esta línea argumental, Pedro Sánchez creyó que Borrell era el mejor ministro catalán para limar asperezas y decidió encomendarle a Irene Lozano, según parece la única de UPyD que no ha acabado en Ciudadanos, el desarrollo de las estrategias de Estado para combatir el independentismo. Cómo no, entre los argumentos principales encontramos "Catalunya está dividida en dos"; "Catalunya no es una nación". Esta última es especialmente curiosa dado que el PSC nunca ha dejado de llevar en sus estatutos ni en su programa que Catalunya es una nación. Sobre lo de la violencia en la sociedad catalana y tal ya lo dejamos para cuando nos hagan como a los de la casa de papel, ¿vale?
Un beso.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada