Querida M.,
Detrás de una causa, por noble que ésta sea,
siempre acaba emergiendo el energúmeno. El ser humano tiene una infinita
capacidad para buscar nuevas cosas de las que preocuparse y a eso, a la larga,
lo acabamos llamando progreso. Sin
embargo, para una correcta evolución de los hechos, para que las causas y las
cosas no se nos vayan de las manos, resulta imprescindible la figura del
energúmeno, aquel dispuesto a llevar la situación hasta sus últimas
consecuencias y hacernos ver así los límites de lo racional. El energúmeno pide
un millón donde sólo caben mil o se suicida para salvar a un escarabajo de
morir. Siempre ha sido así, los listos se han servido de ellos para tensar sus
cuerdas, aunque en ocasiones se han quemado las manos de tanto estirar.
Por eso no es de extrañar que algún día el
energúmeno nos tomara la delantera y en este difícil equilibrio del tira y
afloja acabara teniendo la sartén por el mango. Como decía la canción “los
inmorales nos han igualao”. Ya están aquí, el energumenato es el nuevo régimen
que nos toca vivir, ha venido para quedarse y supongo que tenemos años por
delante para disfrutar de su dictadura. Les hemos dado autoyuda y herramientas,
casi armas, con las que se sienten invencibles, y no se les puede señalar
porque tienen un ejército anónimo de sacerdotes que les hacen fuertes.
¿Por qué los energúmenos han llegado a tocar
pelo? ¿Cómo hemos sucumbido a su régimen? La tecnología M., que sumada a la autoestima
se convierte en un cóctel peligrosísimo de democratización de la estupidez. Las
redes sociales, sean anónimas o no, proporcionan todo lo que el energúmeno
necesita para trascender. El energúmeno analógico era consciente de su estatus
y le bastaba con dar la nota en el bar o en las comidas familiares, amargaba la
tarde de un par de amigos o algún primo al que no volvía a hablar y la cosa
quedaba ahí. El energumenato es totalitario, no falta en ningún sitio, si son
feos exhiben sus fotos, si son tontos exhiben sus razonamientos, si son
delincuentes exhiben sus crímenes.
Está por llegar el día en el que un hombre se
muestre en twitter más inteligente de lo que realmente es. Sin embargo, son
infinitos los casos en que la red nos lo ha enseñado mucho más tonto de lo que
creíamos. Twitter es el grado sumo de poder del energumenato, el ensalzamiento
definitivo de la sandez . Sintetizar la razón en unos pocos caracteres se
presta al chiste, a la cita efímera, pero sobre todo se presta a la tontería;
es, deliberadamente, lo contrario de razonar. En la mayoría de casos, tras un
par de frases, vamos a pensar que bienintencionadas, aparece el insulto, el
agravio, el argumento más enajenado y, por fin, la sinrazón en estado puro.
Te escribí, hace años, que el independentismo
catalán había venido para quedarse, que su simbología ya formaba parte del
paisaje. Pero eso no quiere decir que sea fuerte, al revés, es frágil y todo lo
que sube de forma meteórica tiende a bajar igual de rápido si le entra agua en
el depósito. Los medios más españolistas y los sectores más exacerbados del
unionismo llevan años tratando de buscar la imagen, el discurso, el
argumentario que les permita identificar el independentismo con el energumenato
y, milagrosamente, no lo estaban logrando: casi nada de disturbios en la diada,
de salidas de tono de la clase dirigente, de historicismo, clasismo o
patriotismo trasnochado… Los casos que había eran tan residuales que parecía de
verdad increíble que los energúmenos no hubieran podido aún clavar sus garras
hasta la médula del “procés”.
Pero pasan los años y parece que los vigilantes
están cansados. Hace unos meses unos indeseables agredieron a unas chiquitas
por tener un tenderete de apoyo a la selección española. Y pudo ser una
excepción, pero fue la primera excepción. Los dos últimos meses nos los hemos
pasado dándole vueltas al pregón de la fiesta mayor y, como casi nadie parece
interesado en explicar las cosas como son, te lo explico yo. Javier Pérez
Andújar es un reputado crítico literario con una obra propia que, sin temor a
equivocarme, podemos cualificar como reconocida y de calidad. La gran
mayoría de esa obra está inspirada en la Barcelona del extrarradio, sus
barrios, la inmigración y temas afines, motivo por el cual en 2014 la alcaldía de
Xavier Trias le concedió el Premi Ciutat de Barcelona. Es un autor
crítico, de izquierdas y ajeno por completo a cualquier tipo de patriotismo, vaya, lo que en
todo país civilizado de nuestro entorno, de ésos con los que en Catalunya nos
gusta tanto compararnos, sería, como lo
es aquí, una figura relevante.
Pues bien, M., a los pocos días del nombramiento
de Pérez Andújar como pregonero de la fiesta mayor en su Barcelona natal, un
líder del energumenato independentista (debo recordarte que todas las causas
tienen el suyo) se lanzó a twitter con un hashtag que incitaba a boicotear con
una pitada el pregón puesto que Pérez Andújar no es de los suyos y les había
ofendido no siéndolo. Enseguida, la energúmena mayor del movimiento lo secundó
con euforia y la cosa no habría pasado de anécdota internetera si un diario
catalán especialmente afín al unionismo no hubiera visto a través de esa espita
la oportunidad que llevaba meses esperando. Con el bonito titular “Caza de brujas
nacionalista contra el pregonero de la Mercé” se elevó a la categoría de
portada una bronca callejera del energumenato online. A base de insistir, el
periódico en cuestión llenó su trampa de queso hasta que todos los ratones del
independentismo estuvieron dentro y ya no hubo remedio. Javier Pérez Andújar se
convirtió en el saco de boxeo del conflicto entre las dos Cataluñas y, por
qué no decirlo, de paso, como viene sucediendo desde que tomó posesión del
cargo, cualquier excusa es buena para sacudir a la alcaldesa.
Esto es una suposición mía, pero imagino que
alguien de su entorno debió de aclarar al energumenato que una pitada al pregón
por motivos ideológicos era una fascistada y un ataque en toda regla a la
libertad de expresión; aún así, ante la absurda idea de recular y dejarlo
correr, el buen energúmeno siempre encuentra una nueva opción con la que dar la
nota. Y dimos con el contrapregón. Y bueno… sé que es una opinión personal,
pero creo que ampliamente respaldada, Pérez Andújar regaló a la ciudad de
Barcelona un magnífico y sentimental documento literario mientras el energumenato
nos brindó una retahíla de chistes baratos propios de un día poco inspirado de
Los Morancos. Es más, la mayor parte de los argumentos de concordia que Toni
Albà trató de utilizar estaban en notoria contradicción tanto con el
contrapregón en sí como con todos los hechos que él mismo había desencadenado.
El independentismo es frágil, cielo. Unos
cuantos asuntos más como éste los puede pagar muy caros. Perdiendo gas, pero el
energumenato ha continuado babeando unos días más tratando de sacar nuevos
argumentos contra el pregón de un infantilismo insultante. Mientras, los
intereses del unionismo más exacerbado han tratado de usar a Pérez Andújar en
su beneficio, hozando sin piedad en la trampa de queso y las cagarrutas secas
de los ratones, tratando de convencernos de que es uno de los suyos y
ofreciéndole su solidaridad de puñal en la espalda. El independentismo es
frágil, M., y si mira hacia sus energúmenos con la misma condescendencia con
que el PNV miraba en aquel tiempo a “sus chavales”, si les deja tomar las
riendas del asunto, no tardará en ver cómo muchos de sus nuevos acólitos salen
corriendo ante la horrible perspectiva de compartir barco con ellos.
Un beso.
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