dijous, 21 de març del 2013

Editores

Querida M,
Imagina que la semana que viene se estrena una nueva versión cinematográfica de “Guerra y paz”. Es una versión espléndida, de un director de moda, los mejores y más guapos actores, nada de decorados, todo en un salvaje marco natural. Igual no, igual es una serie de televisión tipo “Juego de Tronos”, doce capítulos meticulosos de la HBO, sin cortes. La cultura está de enhorabuena y todos notaremos el gusanillo de su lectura. Ni una película con el montaje del director ni doce capítulos son suficientes para hacernos ver todos los matices. De nuevo, que Tolstoi se cayera de un caballo, no fue en vano.
Ya sé que los tiempos no están para que la gente haga cola en las librerías. Las vacas gordas adelgazaron y los fabricantes de tecnología se han llevado los alimentos más dulces. Pero aún así, hay una pequeña fiebre de consumo por “Guerra y Paz”. Se venden muñecos con la efigie del protagonista, Legos que simulan batallas y llaves USB de pocos gigas pero muy bonitas. Y el libro también se llevará su parte. ¿Y cómo será?
Los consumidores compulsivos se nos han largado sin avisar. Han encontrado otras cosas que consumir, y muchas veces los libros tampoco los leían así que aún han salido ganando. En su día también compraban discos; al menos a ésos sólo había que quitarles el celofán y ponerlos en el reproductor. Pero leer “Guerra y paz” requiere otra disposición. ¡Qué caray! Por los viejos tiempos. Lo primero es mirar si está entre los mil libros que venían de regalo con el E-reader. Seguro que sí, no puede faltar. Si no, siempre se puede descargar del Emule o en ExVagos alguien lo tendrá. Con suerte, podremos conseguir una versión con la carátula de la película (¿o era una serie?). Después todos es cosa de subir al tren y abrirlo. Mirar qué estación viene ahora. Cerrarlo, volverlo a abrir. Si es un I-pad lo podremos recolocar en esa bonita simulación de librería que llevan.
Pero también habrá gente a la que, con el mencionado tema del gusanillo, no sólo le hayan venido ganas de comprarlo, sino también de leerlo, o releerlo. Los que nos hemos quedado en paro debemos recurrir a la estantería. Yo tengo dos versiones y ambas son la misma traducción. Mecachis. Parece buena, pero la de las completas de Aguilar es de mal leer. Habrá que decantarse por la otra, con toda esa letra apretujada.
Y aún nos queda otra opción, M., la de aquellos que consideren que dedicar veinte o treinta horas de su vida a leer “Guerra y paz” merece el pequeño esfuerzo de hacerlo bien y no tienen a mano nada convincente. No sé cuántos son, pero son los que quedan. En este caso deberán ir a una librería a consultarlo o entrar en foros de internet, que seguro que hay un post sobre el tema. La variedad no es tanta y algunas traducciones se descartan por sí solas.
Lo más seguro es que al final del camino la mayoría llegue a la conclusión de que leerán la traducción de El Aleph, en el formato que sea. Incluso puede haber alguien que pique en las opciones de las librerías virtuales que recomiendan “si usted compró esto, llévese aquello”, y descubran el precioso ensayo que escribió Mario Muchnik sobre cómo lo publicó. Y quizá así tengamos la certeza de que el futuro, como siempre, es ya, y editores como Mario Muchnik hacen más falta que nunca.
Un beso.
R.

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