Querida M,
Encontré en el suelo una píldora de plástico del color de un calabacín, con sus motas y todo. Era para no curar. No era dulce ni tenía buen sabor, ni nada; sólo servía para quien no quería curarse. Tampoco servía para las personas sanas, sólo no curaba a quien realmente padecía una enfermedad.
El prospecto que traía recomendaba mantenerla en la boca, chupándola, durante cinco minutos, como mínimo, o bien hasta que la lengua se aburriera de compartir la boca con aquel objeto extraño como un empaste recién hecho. También se podía tragar, pero después había que recuperarla, porque era cara.
Luego de chuparla o recuperarla se guardaba en la elegante cajita en que la encontré; un envoltorio acorde al precio, sin duda: la píldora quedaba engarzada dentro como una joya.
Encontré en el suelo una píldora de plástico del color de un calabacín, con sus motas y todo. Era para no curar. No era dulce ni tenía buen sabor, ni nada; sólo servía para quien no quería curarse. Tampoco servía para las personas sanas, sólo no curaba a quien realmente padecía una enfermedad.
El prospecto que traía recomendaba mantenerla en la boca, chupándola, durante cinco minutos, como mínimo, o bien hasta que la lengua se aburriera de compartir la boca con aquel objeto extraño como un empaste recién hecho. También se podía tragar, pero después había que recuperarla, porque era cara.
Luego de chuparla o recuperarla se guardaba en la elegante cajita en que la encontré; un envoltorio acorde al precio, sin duda: la píldora quedaba engarzada dentro como una joya.
La estrené cogiendo un estúpido catarro
al tratar de respirar en primicia el oxígeno que salía por el aparato de aire
acondicionado. Pronto, el catarro degeneró en neumonía y tuve que ir al médico.
Le pregunté si era culpa de la píldora y me dijo que no, que la neumonía era la
evolución lógica de mi absurdo catarro sin sanar.
La respuesta tenía sentido, pero empecé a sospechar que mi médico tenía familia en la empresa que fabricaba la píldora. Inicié una exhaustiva investigación, pero a los dos días no había logrado resultados comprometedores y desistí.
Al poco tiempo me salió una incómoda hemorroide y volví a chupar la píldora durante un par de semanas. Cada día me encontraba peor así que volví a mi médico, que no tardó en diagnosticarme un cáncer de colon. Me sentí estafado y me enfurecí de tal forma que lo agarré del cuello y lo estampé contra la pared. "Ahora me dirás que un cáncer de colon es la evolución lógica de una almorrana, ¿no?", le grité. Se asustó mucho ante mi violencia y me dijo que investigaría lo sucedido. "¿En qué establecimiento compró la píldora?", me preguntó, y yo le dije que no la había comprado, que la encontré en la calle. De lo que él concluyó: "Y entonces, amigo, ¿qué esperaba?".
La respuesta tenía sentido, pero empecé a sospechar que mi médico tenía familia en la empresa que fabricaba la píldora. Inicié una exhaustiva investigación, pero a los dos días no había logrado resultados comprometedores y desistí.
Al poco tiempo me salió una incómoda hemorroide y volví a chupar la píldora durante un par de semanas. Cada día me encontraba peor así que volví a mi médico, que no tardó en diagnosticarme un cáncer de colon. Me sentí estafado y me enfurecí de tal forma que lo agarré del cuello y lo estampé contra la pared. "Ahora me dirás que un cáncer de colon es la evolución lógica de una almorrana, ¿no?", le grité. Se asustó mucho ante mi violencia y me dijo que investigaría lo sucedido. "¿En qué establecimiento compró la píldora?", me preguntó, y yo le dije que no la había comprado, que la encontré en la calle. De lo que él concluyó: "Y entonces, amigo, ¿qué esperaba?".
Un beso.
R.
P.S. Inicié este blog con la intención de
contar historias sobre temas relacionados con la piratería informática. Aún
no he logrado explicar ninguna, hoy iba a contar algo sobre descargas y salió
esto. Lo releo y es lo que quería decir, pero parece lo contrario.
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