dissabte, 22 de desembre del 2012

Sobre no hacer caso


Querida M,
Quizás debería haber hecho caso a los consejos de mis seres queridos y no aceptar aquella proposición. Los llamé por teléfono a todos en busca de una opinión favorable y nadie me la dio. Aún así, antes de marcar cada número, yo sabía que estaba decidido.
Después de la última respuesta negativa, miré de nuevo el papel con la dirección y me vestí, dejado, como siempre, para salir a la calle en el anonimato. Había consultado el mapa de Google y mi viejo plano, y la guía, y todas situaban aquella calle en un lugar diferente, o con un acceso diferente, no sé bien, todas las versiones eran de épocas distintas así que no seguí ninguna y tiré por donde me pareció. Llegué muchas horas tarde, era el día siguiente a hoy.
Llamé a la puerta y me abriste tú. Que qué quería y yo te dije que venía por lo del encargo del otro día, que ya era el otro día y uno más. Me preguntaste si estaba dispuesto a hacerlo y eso me hizo dudar. Bajé la mirada rumiando, dicho de esa forma no me pareció tan buena idea. Al verme vacilar me preguntaste si, al menos, había traído lo necesario. Y eso sí que no, no había traído nada de lo que se exigía en la ficha.
Nos quedamos un rato así, cada uno a un lado de la puerta, sin saber qué hacer. Pues no sé por dónde vamos a empezar si no estás seguro ni tienes las cosas, me dijiste. Yo pensé que venir ya era algo, contesté. Pero la ficha lo decía bien claro, traer los utensilios, nada de llamar y nada de escribir, sólo presentarse equipado, insististe. Ya lo leí, por eso te escribí este mensaje, ¿no has abierto tu correo? ¿Me escribiste? ¡Nada de escribir! (parecías enojada), sobre todo ¡no escribir!, no haces nada bien. Y quisiste cerrar la puerta. ¿Puedes quitar el pie? Me preguntaste y yo asomé la nariz y te dije que bien, que ya me iba pero que miraras tu correo, que te había escrito.
Un beso.
R.

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