El sábado, aprovechando que Unai estaba jugando en su
habitación, pusimos “Lo imposible”. Cuando oyó la música promocional de la
productora vino corriendo al comedor, “¿vais a ver una película?” y ya no hubo
forma de sacarlo de allí. Pasó las dos horas metiendo la cabeza bajo un cojín
pero no quiso marcharse hasta no saber si la familia se reunía de nuevo al
completo. Yo, a veces, me reía de él y él se enfadaba, “¿cómo te puede hacer
gracia ver a esa mujer sangrando?”
Vi muy bien que la reedición en dvd de los capítulos viejos
de Barrio Sésamo fuera considerada moralmente para adultos. Es lo que
merecemos. Hemos puesto tantas pegas a llamar a las cosas por su nombre, nos
hemos acostumbrado tanto a ponernos la venda antes que la herida, y a ver
fantasmas donde no los hay, y no verlos donde están en realidad, que hemos
acabado por criminalizar a las marionetas.
Para empezar, el nombre del barrio es muy poco afortunado.
Podría llamarse el barrio de Nunca Jamás, el barrio de las Maravillas, no sé,
muchos otros nombres más apropiados para mantener limpia la mente de los niños.
Ponerle Sésamo implica inducir a los niños al conocimiento de un cuento que
nada tiene de bueno para ellos, un cuento que ningún niño cuya formación nos
preocupe debería leer. Y es que la historia de Alí Babá, una de las últimas que
Scherezade le cuenta al sultán, tiene muy poco que ver con las versiones que
circulan por los mentideros del cuento infantil y de las películas de
Hollywood.
Violencia, M., la historia de Alí Babá está llena de
violencia. El hermano de Alí, Kasim, muere descuartizado en seis trozos que son
colgados en la cueva para su putrefacción posterior. Treinta y siete de los
ladrones son quemados con aceite hirviendo, el jefe, del que nunca sabemos el
nombre, muere acuchillado, y los otros dos mueren decapitados de un espadazo.
Truculencia también hay. El autor se regodea en el olor a
asado que ofrecen los ladrones quemados dentro de las tinajas que los ocultan.
Tampoco tiene desperdicio la idea que se les ocurre para que la muerte de Kasim
parezca natural y no un asesinato, buscan a un zapatero ciego capaz de coser
los seis trozos del cadáver y dejarlo como estaba como si hubiera muerto por
enfermedad.
Hay venganza, avaricia y maldad en el cuento. El personaje de
verdad protagonista, la criada medio hija, Morgania, es una psicópata en
potencia y teje maquiavélicos planes con tal de conservar un botín que, a fin
de cuentas, es robado. Pasa por ser la buena del cuento porque salva a su
familia de morir, pero a base de un asesinato masivo, ocultación de cadáveres y
artimañas increíbles.
Y erotismo, M., también tiene erotismo Alí Babá. Pasamos por
alto el hecho de que la avariciosa mujer de Kasim se convierte en la segunda
mujer de Alí después de enviudar, pero el momento cumbre de Alí Babá llega con
la danza de Morgania, la erótica danza en la que la asesina en serie lleva los
pechos tan erectos que el jefe de los ladrones no puede mirar hacia ningún otro
lugar y tan hipnotizado queda que se deja acuchillar sin ninguna oposición.
Ahora somos adultos y ya podemos ver Barrio Sésamo con
nuestras mentes limpias de gente adulta y podemos leer cómo los cuarenta
ladrones caen asesinados uno por uno. ¡Cómo caen los años en las garras de los
ladrones de tiempo si nos despistamos!, goteando, M., hasta no quedar ninguno. No
dejes que los Hombres Grises toquen nunca tu reloj, verás cómo así el tiempo
parece no pasar y yo te seguiré queriendo igual, como si todos los ladrones
hubieran conseguido salvar la piel.
Cuarenta besos, uno por ladrón, ¿o deberían ser más?
R.
P.S. Al acabar Scherezade su historia, el sultán desvela su
admiración por Morgania y asegura que si las mujeres de su reino hubieran sido
igual de audaces no habría tenido que matarlas. Angelito.
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