Querida M,
A mi padre no acababan de gustarle las
películas de los hermanos Marx. Podían hacerle algo de gracia, pero cuando se
ponían a tocar el arpa o el piano le entraba el sueño y perdía el hilo del
argumento, si es que alguna vez tuvieron argumento. Sin embargo, de joven debió
de verlas todas porque, para él, Harpo Marx siempre fue el tipo capaz de
encender una bombilla con la electricidad acumulada en los rizos de su cabeza. Esta descripción me inculcó durante años la
brumosa idea de que el inventor de la iluminación eléctrica había sido un actor
de cine.
A Scott Summers y su hermano Alex su
padre los llevó un día a una excursión aérea a bordo de un avión de fabricación
británica conocido como De Haviland Mosquito; y eso les cambió la vida. No fue
un acto de inconsciencia, el padre era un aviador del ejército norteamericano y
pensó que a los chavales les haría ilusión darse una vuelta. Además, Chistopher
Summers no cometió ninguna imprudencia pilotando a su “Mossie”, como
cariñosamente se conocía este modelo; no se estrellaron por una impericia o un
problema mecánico, una nave extraterrestre en misión de reconocimiento se topó
con ellos en pleno vuelo y los atacó, incendiando el aparato. El padre arrojó a
los niños al vacío para salvarlos, pero el paracaídas de Scott estaba en llamas
y no logró evitar un terrible golpe en la cabeza al tocar tierra. Ese día,
Scott Summers se quedó huérfano, fue separado de su hermano, olvidó toda su
infancia y perdió la capacidad para controlar los rayos ópticos que comenzaron
a salir de sus ojos. Ese día nació el Cíclope, el miembro de la Patrulla X que
oculta la mortífera luminosidad de su mirada tras unas tecnológicas gafas de
sol.
La única persona que conozco capaz de
emitir luz con la mirada eres tú. No es una luz violenta ni extremada, es una
luz tenue, parecida a la que emiten las bombillas de bajo consumo recién
encendidas. Lo descubrí un día que nos quedamos a oscuras; se fundió un
fluorescente, yo hice una broma sobre nuestra repentina ceguera y al reírte
abriste los ojos tanto que nos vimos las caras. Tú disimulaste, claro, yo giré
un poco el fluorescente y logré que funcionara de nuevo. Y seguimos charlando
como si tal cosa.
Desde entonces busco tus ojos siempre a
la caza de un rayo de luz que me confirme lo que vi aquel día. Como no ha
vuelto a coincidir que nos quedemos a oscuras es difícil de saber, pero creo
que son muchas las ocasiones en que no es el brillo en tus pupilas lo único que
luce. Por si acaso, no dejaré de mirarte, no me lo tomes a mal.
Cuentan que Edison dio con el modelo
definitivo de bombilla al probar con la número 1000, pero que no consideró
fracasados los 999 intentos anteriores. Él decía que gracias a esos intentos
había logrado saber 999 maneras de cómo no se hace una bombilla. No sé qué número
hace este intento de escribirte, M, pero seguiré tratando, como Edison, de que me
sigas iluminando.
Un beso.
R.
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