Querida M,
Me ha sucedido
algo tan extraño que no sé si contártelo. Bueno, sí lo sé. Estaba buscando las fotos del
carnaval del año pasado para enviártelas y no las encontraba. Ya estaba
por desistir cuando me han llamado a la puerta. Era el cartero, me traía un
paquetito en un sobre fluorescente con remitente Unai G. y matasellos de
Londres, 24 de febrero de 2052.
Dentro del sobre
había una pequeña nota escrita en la que Unai me decía que estaba a punto de
poner un disco para su nene (el vinilo vuelve a ser el método de reproducción
musical más popular) y al ir a escoger qué cuento podía contarle se ha
encontrado con un libro viejísimo, con un oso en la portada, titulado “Yo”. Ha
pensado que a él de pequeño ese cuento le gustaba mucho y que nunca se lo había
contado a su hijo, que nació en 2048.
Al abrir el
libro para explicarle la historia al nene, Unai se ha dado cuenta de que de
dentro de sus páginas caía una tarjeta Sd, de ésas que se usaban antiguamente
para la memoria de las cámaras fotográficas... Y le ha picado la curiosidad. Se
ve que en esos años ya no se utilizan tarjetas, pero pensó que en su caja de
recuerdos, junto al helicóptero rojo y a su osito de tela, tenía un lector compatible
y que cortándole el cable y retocando un poco la conexión podría servirle.
Le ha puesto a
su niño un vídeo de un personaje muy popular en el Londres de la época para
distraerlo y ha comenzado la tarea (vale decir, perdón por la catalanada, que
Londres, en el año 2052 ya no pertenece a Inglaterra, pero ésa es otra
historia). Me cuenta que, cuando ha logrado leer la tarjeta en su ordenador, se
le han asomado las lágrimas a los ojos. La tarjeta contenía muchas fotos suyas de
bebé y de niño que creíamos perdidas.
Ha regresado al
comedor a contar el cuento que tenía pendiente y se ha percatado de que tenía
una dedicatoria y ha pensado que debía enviármelo. Él sabe que me acabo de
jubilar y ya sólo vivo de recuerdos, así que ha pensado que me gustaría
recuperar ese cuento. Ha escrito deprisa y corriendo la nota explicativa y me
lo ha mandado, pero se ha quedado con la tarjeta, dice, porque la mayoría de
las fotos son suyas y quiere traspasarlas a formatos nuevos.
Así que he
mirado otra vez dentro del sobre y he sacado el cuento “Yo”, con su oso
degradado en la portada, los bordes roídos por el tiempo y tu dedicatoria
intacta, M. Por un momento me ha intrigado la posibilidad de que ese ejemplar
hubiera sustituido al mío, aún nuevecito. He ido al cajón de los cuentos de
Unai y no lo he visto, pero he dado un vistazo alrededor y lo he encontrado
bajo su almohada, lo ha estado hojeando esta noche. Lo he abierto y he leído la
dedicatoria idéntica, todo igual y he respirado tranquilo, la única diferencia
son los 30 años que los separan.
Aún no comprendo
muy bien cómo puedo tener dos ejemplares del mismo libro, pero no he tenido
tiempo de reflexionar sobre ello, al abrirlo, de su interior, se ha deslizado
la tarjeta de mi cámara que Unai ha debido esconder ahí en un momento en que yo
anduviera despistado. Te adjunto las fotos.
Un beso.
R.
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