dijous, 28 de febrer del 2013

Pedrito y Julieta


Querida M,
La canción de la semana es “Liverpool”.  Unai me pide que la ponga sólo cuando está “desesperado” por oírla. La susurra y eleva la voz al llegar el estribillo… “Som bolets postindustrials, cementiris nuclears, putxinel·lis sense mans, laberints inacabats”. A mí me ha dado por Marisol. Le puse a Magui el “Corazón contento” de tono para el móvil y se me quedó pegado a los dedos. Para mí Pepa Flores es, sin duda, la criatura más hermosa que jamás ha asomado a una pantalla de cine; en aquella escena del play-back en una gasolinera. Su voz, profunda e inabarcable incluso en la canción más desafortunada del mundo. Tengo una imagen remota de ella, de cuando yo estaba en el instituto aún, en un mitin de Herri Batasuna, puño en alto gritando “Gora Euskadi Askatuta”, con acento en la “u”, que no es que sea incorrecto, es que suena feo y foráneo.
Que esa hermosísima mujer de voz inigualable se retirara a sus aposentos por convicciones personales es un drama para el arte, pero una historia de una poesía infinita. Por eso me vino a la memoria la vida de Pedrito, otro niño prodigio al que le había perdido la pista. Le pedí por Skype a mi amigo Jose que investigara qué fue de él. Jose está en México por cosas de trabajo y tenía unos días libres y me dijo que por qué no, que le gusta investigar. No es igual de interesante y sé que no me creerás, ayer me llamó con el resultado de sus pesquisas; te explico.
Resulta que Pedrito se enamoró perdidamente de su compañera de pupitre, Julieta. Ambos compartían la pasión por la música, ella estudiaba piano y él era el niño cantor de rancheras de su ciudad. Pero todo acababa ahí, Pedrito fue desarrollando un amor enfermizo por la niña que le llevaba a acapararla a tiempo completo. Mientras, Julieta, apocada y triste, accedía a sus deseos con los ojos bajos. Él la obligaba a escucharlo cantar corridos mexicanos y pronto aparecieron los celos.
Los padres de Julieta decidieron cortar de raíz la relación y se mudaron a la ciudad de Axolotl, en la Baja California. Los niños sólo tenían seis años y aún estaban a tiempo de un olvido procedente. La cosa habría funcionado si Pedrito no hubiera compuesto lo que fue una famosísima ranchera en la época de la dictadura de Huerta. La marcha de Julieta lo sumió en una tristeza tan profunda que le escribió estos versos “La de la mochila azul, la de ojitos dormilones, me dejó gran inquietud y bajas calificaciones, ni al recreo quiero salir, no me divierto con nada, no puedo leer ni escribir, me hace falta su mirada”. Tantas veces tuvo que cantar esa canción que nunca pudo olvidarla, se sumió en el alcohol y desapareció de la vida pública.
Se ve que a Julieta la separación le fue mejor y no tardó en recobrar una cierta alegría, nada del otro jueves, me dijo Jose. Así pudo desarrollar su carrera como pianista con normalidad hasta que un día, sentada en un sofá, escuchó cantar a la mujer de la limpieza aquella ranchera desgastada. Le llamó la atención la letra y comenzó a recordar, removió sus trastos de infancia y encontró la mochila que llevaba al colegio cuando niña. Según parece, los fantasmas del pasado estaban en el mismo baúl.
Aquí la historia se me complica. Jose me dice que Julieta resolvió sus cuitas componiendo otra canción. En ella le decía “Porque sé que me espera algo mejor, alguien que sepa darme amor, de ese que endulza la sal y hace que salga el sol. Qué lástima pero adiós, me despido de ti y me voy”. Pero no he sido capaz de documentarla, no la he encontrado por ningún sitio y, bien mirado, todo amanece inverosímil y Jose parecía reírse de mí mientras me lo contaba.
Un beso.
R.

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada