Querida M,
Ni qué decir tiene, que el hecho de querer poner letra al himno español para
que los jugadores de fútbol no sientan la soledad del abandonado es algo que
viene de antiguo. Lo que yo no sabía es de cuán antiguo. Cuando ves a los
jugadores neozelandeses de rugby bailar su danza guerrera tribal, antes de
comenzar el partido, ya notas que tienen la mitad del encuentro ganado. Sin
embargo, esas teorías las mandó al traste la selección española ganando el
mundial con unos jugadores que no pueden despegar los labios cuando suena la
música previa al juego, porque no tienen nada que cantar.
Finalizada mi búsqueda de Victoria van der Maelen, esa mujer de origen
belga que había escrito la dedicatoria del libro de mi estantería, no pude
hacer otra cosa que tratar de averiguar quién era la persona que había recibido
aquel ejemplar de “Las cárceles del alma” que había acabado en mis manos en una
librería de segunda mano. “Para nuestra buena amiga Lucy Paz. Vda. Hertogs”. Esos
eran los datos. Lucy Paz no es demasiado pero ¿cuántos Hertogs, apellido
también de origen belga que emparentaba de alguna forma a ambas mujeres, podía
haber en la Barcelona de los años
previos a la dedicatoria?
Y así no tardé en dar con Pablo Hertogs y todo cuadró enseguida. Pablo
Hertogs fue un célebre barítono de la Barcelona de los años treinta, presentado
en los carteles líricos como divo. Fue el único Hertogs que encontré en
aquellos años en que Victoria van der Maelen era una feminista que se movía por
los círculos culturales de la ciudad. Son muchos los estrenos a los que su
nombre está asociado antes de estallar la guerra civil, casi siempre de
zarzuelas muy conocidas. También protagonizó una película muy famosa de la
época: “El gato montés” basada en la ópera del mismo nombre de Manuel Penella,
abuelo de las tres hermanas actrices Emma Penella, Terele Pávez y Elisa Montés.
Me pareció que ya sabía bastante, aunque aún albergaba la duda de no haber
dado con ningún documento que identificara directamente al cantante con ninguna
Lucy Paz. Busqué un poco más y di con un hijo de Pablo Hertogs que se
identificaba como Pablo Lebrón Hertogs, solicitando en un foro si alguien tenía
antiguas grabaciones de su padre que le pudiera enviar a Argentina, donde
vivía. Ahí comenzó a fraguarse mi fracaso. Ese supuesto hijo anteponía el
apellido de su madre, María del Pilar Lebrón y así supe que el barítono se
había casado con su compañera de reparto en “El gato montés” pero, ¿por qué el
apellido materno primero? ¿Por qué no tenía grabaciones de su padre? ¿Por qué
Argentina?
Al estallar la guerra civil Pablo Hertogs y su mujer fueron clasificados
como simpatizantes del bando republicano y marcharon hacia Argentina. Allí, Hertogs
trató de revitalizar su carrera que fue decayendo irremisiblemente al mismo
tiempo que se acrecentaban sus problemas de salud. Y justo ahí renacieron mis
esperanzas. Mientras María Pilar Lebrón permanecía en Argentina, Hertogs
abandonaba a su familia y se establecía en Uruguay donde se casaría con una
mujer de origen malagueño con la que tendría dos hijas. Y todo volvía a cuadrar
de nuevo. Este hecho explicaba el desapego con su hijo, el apellido materno
prioritario de éste y el curioso nombre de la mujer de la dedicatoria “Lucy”
nada propio de una viuda barcelonesa de los sesenta pero sí fácil de asociar a
una mujer que ha venido de Uruguay.
Traté de cerciorarme de nuevo y cacé una nueva pista con la que corroborar
mi historia cada vez más fabulosa. Busqué a las hijas y así hallé a Florentina
Hertogs Paz (Flory) viuda de Salvador Sarrió y a Lucía Hertogs Paz, viuda de
Roberto González Sanabra. Y creí que había finalizado el curioso árbol
genealógico de la mujer de la dedicatoria cuyo libro poseo. Sin embargo, un
pequeño detalle me llamó la atención, ¿tan mayores eran ambas hermanas para ser
viudas? Y sí, Florentina falleció en Barcelona en 2008 a la edad de 80 años, lo
que hacía inviable que hubiera nacido en Uruguay durante el franquismo.
Convencido del fracaso caí en otro detalle. Había buscado mal. Si
Florentina podía ser Flory, su madre, Lucy, podía ser Lucía. Y al menos me
llevé la satisfacción de encontrar a la primera dueña del libro de la
dedicatoria: Lucía Paz Sala, viuda de Francisco Alberto Hertogs, fallecida en
1977, no sé si con tiempo de haber leído “Las
cárceles del alma” porque entre sus páginas hallé, a modo de punto de libro, un
folleto recortado de una exposición botánica. De Francisco Alberto Hertogs poco
sé, no era cantante, ni divo, ni huyó a Argentina. Sólo un breve de La
Vanguardia de 1934 lo presenta como el ciudadano belga que había ayudado a Wladimiro
Tatistscheff, de origen ruso, a estafar a dos pipiolos el dinero
para montar una empresa de automóviles.
En el año 1935 el barítono Pablo Hertogs realizó
una grabación para “La Compañía del Gramófono” que seguro ayudó a ser considerado
cercano al bando perdedor de la guerra civil. Se trataba del primer intento de
escribir un himno que representara a la selección española de fútbol en sus
partidos internacionales. Aquel himno de letra encendida de pasión se titulaba
“Los leones rojos” y sólo sonó en los dos partidos previos al estallido de la
guerra. Por razones obvias.
Un beso.
R.
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