dilluns, 12 de novembre del 2012

Fachas

Querida M, 
Pareció una gran noticia para la democracia el desembarco de toda la camarilla de periodistas deportivos de la Ser en la Cadena Cope. No es que a mí me preocupe el dial en el que debo escuchar el carrusel deportivo pero, aprovechando la llegada de los del fútbol, los de la Cope aprovecharon para remodelar la programación y, salvo pequeñas rémoras del pasado, parecen haber desapareceido los insultos, los ataques y la ofuscación permanente y nos encontramos por fin con una emisora de derechas como dios manda, como en los buenos tiempos de Antena 3.
Ya hace muchos años que los libros del revisionista Ricardo de la Cierva los publica una editorial residual llamada Fénix. La editorial es distribuida por el grupo Anaya, pero a través de ella consiguen no manchar el buen nombre de Alianza, Cátedra o Tecnos al tiempo que dan su carnaza a los seguidores. Hará unos diez años que esta respetable idea de las editoriales subterráneas comenzó a torcerse.
La cosa parecía ir bien mientras todos fuéramos conscientes de que el submundo es el lugar adecuado para que habite el submundo. Pero llegó un día en que alguno parecieron interesados en subir el submundo a la superficie. La radicalización del ABC vino acompañada de un diario aún más radicalizado, La Razón. La Cope desenmascaró toda su furia con César Vidal, y Jiménez Losantos al tiempo que surgían editoriales ya no tan residuales en las que dar rienda suelta a sus panfletos.
Dentro de todo este marasmo mediático hay una clave que canaliza esta corriente, la creación de la editorial La Esfera de los Libros, en el entorno de Pedro J. Ramírez. Una editorial seria, de calidad, con gran poder de distribución y promoción que comenzó a alternar libros excelentes con la peor historiografía franquista. La Esfera dio vitola de igualdad a los historiadores y periodistas orgánicos del submundo con respecto al resto. Allí lograron la difusión y respetabilidad que no merecen Pío Moa, Carlos Dávila, Emilio de Diego, Antonio Burgos, en medio de decenas de autores respetables. Allí encontró cobijo la nueva Oriana Fallaci, y logró sus mejores metas César Vidal. La Esfera dotó al submundo de la respetabilidad de lo asumible, de lo normal, de lo que no debe permanecer en el submundo y las flores comenzaron a brotar: el entramado intelectual estaba formado y ya había libros de calidad de los que sacar citas irrefutables.
Ahora parece que el submundo ha dado miedo. El ABC, incluso a veces La Razón, ha moderado su discurso. La Cope se pasa el día retransmitiendo fútbol y los intelectuales orgánicos del submundo se han visto relegados a canales de TDT con números de dos dígitos. La Esfera vive de la novela histórica y los libros de dietas y casi todos esos autores van desapareciendo de su catálogo. Ha dejado su puesto a la FAES, a Libros Libres u otras editoriales similares. Pero, ¿cuánto del mal está hecho? ¿Cuántas de esas ideas vertidas como buenas han penetrado en el subconsciente de los que las consumieron? ¿Cuántos de ésos argumentos se asumen ahora como “normales”?
Hace tiempo pasó por delante de mí un par de veces un camión de Plataforma per Catalunya. Un sistema de megafonía de notable calidad soltaba al viento consignas contra los musulmanes que se podían escuchar a muchos metros. Se hablaba de expulsarlos, con total normalidad democrática. Esa mañana al llevar a Unai al cole nos encontramos con Naima y Unai se abrazó a su hijo Ali y le acariciamos la cabeza porque le acababan de cortar el pelo. Y pensé en cuántos respetables ciudadanos berlineses acariciaron la cabeza de los niños de sus vecinos judíos en el año, digamos, 1932 y algo me ha recorrido la espalda. Y sé que se trata de un ejemplo tremendista pero por un instante me he sentido un miserable.
Un beso.
R.

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