Querida M,
Pareció una gran
noticia para la democracia el desembarco de toda la camarilla de periodistas
deportivos de la Ser en la Cadena Cope. No es que a mí me preocupe el dial en
el que debo escuchar el carrusel deportivo pero, aprovechando la llegada de los
del fútbol, los de la Cope aprovecharon para remodelar la programación y, salvo
pequeñas rémoras del pasado, parecen haber desapareceido los insultos, los
ataques y la ofuscación permanente y nos encontramos por fin con una emisora de
derechas como dios manda, como en los buenos tiempos de Antena 3.
Ya hace muchos
años que los libros del revisionista Ricardo de la Cierva los publica una
editorial residual llamada Fénix. La editorial es distribuida por el grupo
Anaya, pero a través de ella consiguen no manchar el buen nombre de Alianza,
Cátedra o Tecnos al tiempo que dan su carnaza a los seguidores. Hará unos diez
años que esta respetable idea de las editoriales subterráneas comenzó a
torcerse.
La cosa parecía
ir bien mientras todos fuéramos conscientes de que el submundo es el lugar
adecuado para que habite el submundo. Pero llegó un día en que alguno
parecieron interesados en subir el submundo a la superficie. La radicalización
del ABC vino acompañada de un diario aún más radicalizado, La Razón. La Cope
desenmascaró toda su furia con César Vidal, y Jiménez Losantos al tiempo que
surgían editoriales ya no tan residuales en las que dar rienda suelta a sus
panfletos.
Dentro de todo
este marasmo mediático hay una clave que canaliza esta corriente, la creación
de la editorial La Esfera de los Libros, en el entorno de Pedro J. Ramírez. Una
editorial seria, de calidad, con gran poder de distribución y promoción que
comenzó a alternar libros excelentes con la peor historiografía franquista. La
Esfera dio vitola de igualdad a los historiadores y periodistas orgánicos del
submundo con respecto al resto. Allí lograron la difusión y respetabilidad que
no merecen Pío Moa, Carlos Dávila, Emilio de Diego, Antonio Burgos, en medio de
decenas de autores respetables. Allí encontró cobijo la nueva Oriana Fallaci, y
logró sus mejores metas César Vidal. La Esfera dotó al submundo de la
respetabilidad de lo asumible, de lo normal, de lo que no debe permanecer en el
submundo y las flores comenzaron a brotar: el entramado intelectual estaba
formado y ya había libros de calidad de los que sacar citas irrefutables.
Ahora parece que
el submundo ha dado miedo. El ABC, incluso a veces La Razón, ha moderado su
discurso. La Cope se pasa el día retransmitiendo fútbol y los intelectuales
orgánicos del submundo se han visto relegados a canales de TDT con números de
dos dígitos. La Esfera vive de la novela histórica y los libros de dietas y
casi todos esos autores van desapareciendo de su catálogo. Ha dejado su puesto
a la FAES, a Libros Libres u otras editoriales similares. Pero, ¿cuánto del mal
está hecho? ¿Cuántas de esas ideas vertidas como buenas han penetrado en el
subconsciente de los que las consumieron? ¿Cuántos de ésos argumentos se asumen
ahora como “normales”?
Hace tiempo pasó
por delante de mí un par de veces un camión de Plataforma per Catalunya. Un
sistema de megafonía de notable calidad soltaba al viento consignas contra los
musulmanes que se podían escuchar a muchos metros. Se hablaba de expulsarlos,
con total normalidad democrática. Esa mañana al llevar a Unai al cole nos
encontramos con Naima y Unai se abrazó a su hijo Ali y le acariciamos la cabeza
porque le acababan de cortar el pelo. Y pensé en cuántos respetables ciudadanos
berlineses acariciaron la cabeza de los niños de sus vecinos judíos en el año,
digamos, 1932 y algo me ha recorrido la espalda. Y sé que se trata de un ejemplo
tremendista pero por un instante me he sentido un miserable.
Un beso.
R.
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